Contents
- 1 ¿Qué incentivo a Chile para declarar la guerra a Perú y Bolivia?
- 2 ¿Qué perdió el Perú en la Guerra del Pacífico?
- 3 ¿Qué países le quitaron territorio a Perú?
- 4 ¿Qué le dijo San Martín a Simón Bolívar?
- 5 ¿Quién ayudo a San Martín en Perú?
- 6 ¿Quién traicionó al Perú en la guerra con Chile?
- 7 ¿Quién gana en guerra Perú o Bolivia?
- 8 ¿Que nos quito Chile en la Guerra del Pacífico?
- 9 ¿Cuál es la situación económica política y social del Perú luego de la Guerra del Pacífico?
- 10 ¿Cuánto territorio se perdió ante Perú?
- 11 ¿Cuántas guerras ha tenido el Perú?
- 12 ¿Qué cedió Perú a Chile?
¿Qué pasó después de la Guerra del Pacifico?
Al finalizar la guerra, la anexión de nuevos territorios y la riqueza salitrera, fueron elementos muy provechosos para el Estado Chileno. Sin embargo, esto también impactó en la vida de las personas y en conflictos diplomáticos que se mantienen hasta el día de hoy.
¿Que le debemos a los peruanos a San Martín?
BIOGRAFÍA LIBERTADOR DON JOSÉ DE SAN MARTÍN – “Nacido en las misiones jesuitas de Yapeyú el 25 de febrero de 1777, José de San Martín marchó a España antes de cumplir los cinco años de edad, llevado pro sus padres para que completara su educación en los colegios de la península.
- Tenía 13 años cuando ingresó de cadete al regimiento Muecia, dando así comienzo a la carrera militar en que estaba llamado a distinguirse durante la invasión napoleónica.
- San Martín tomó parte activa en las guerras de España contra Inglaterra y Francia, combatiendo en Cabo San Vicente, en el norte de África, en Arjonilla, en Bailén, y finalmente en Albuera.
Por sus servicios a la Madre Patria y sus grandes condiciones militares, valor, inteligencia, disciplina y lealtad, fue ascendido a Tnte. Crnel. de caballería y recibió las medallas concedidos por dichas acciones de armas. Ya para 1812, San Martín manifiesta sus sentimientos americanistas y sus simpatía por la emancipación de las colonias españolas.
- Juzga que ha cumplido su deber para con al patria de sus padres, derramando su sangre para defenderla de la agresión napoleónica, y que ya debe consagrar su vida a la libertad del pueblo en que ha nacido.
- Como sigue de cerca el movimiento liberal de la época y mantiene tratos con las logias que trabajan por la libertad de América, decide su viaje a Buenos Aires, a donde llega en 1812.
El gobierno argentino le revalida su clase militar y le encomienda la organización del Regimiento Granaderos a Caballo que habría de vencer, primero en San Lorenzo, en 1813, y más tarde participar en forma brillante en las campañas por la libertad de Chile, Perú y Ecuador.
En 1814, asume el mando del Ejército Argentino del Alto Perú en lugar de Belgrano, y luego la Gobernación de Cuyo, donde comienza a echar las bases del Ejército de los Andes. Por sus talentos militares y su espíritu organizador, es promovido a la clase de Capitán General y recibe el apoyo del Gobierno para preparar la expedición destinada a libertad a Chile.
En 1817, pasa los Andes, en una hazaña sólo comparable a la que realizó Bolívar para llevar sus armas victoriosas hasta Bogotá. San Martín logró el triunfo de Chacabuco el 12 de febrero de ese año, y tras el momentáneo revés de Cancharayada, alcanzó la jornada decisiva de Maipú el 5 de abril de 14818, que consumó la independencia de Chile.
- Su entrada a Santiago fue triunfal, como salvador de la libertad de ese país.
- Ese triunfo le permitió consagrarse a su grande ideal de llevar las armas de la patria al Perú, tal como o había anunciado desde 1814.
- El 20 de agosto de 1820, zarpaba de Valparaíso la flota al mando de Cochrane, conduciendo la Expedición Libertadora que el 8 de setiembre desembarcó en Paracas.
El mismo día del arribo a Pisco, San Martín lanzó una proclama a sus soldados, diciendo: “Hemos llegado al lugar de nuestro destino, y sólo falta que el valor consuma la obra de la constancia. acordaos que no venía a hacer conquistas sino a libertar pueblos.
Luego pasó a Huaura para iniciar la campaña militar que le abrió las puertas de Lima, a donde entró el General San Martín el 10 de julio de 1821. El 28, juró la independencia del Perú con la bandera peruana que él había creado en Pisco pocos meses antes; y el 2 de agosto, desligándose de toda dependencia política a Chile, asumió el mando supremo en el Perú con el título de Protector.
El 26 de julio de 1822 se entrevistó con el Libertador Bolívar en Guayaquil. De regreso convocó el 20 de setiembre del mismo año, saliendo del Perú para siempre. Al entregar las inignias del Poder, San Martín dijo: “He cumplido la promesa sagrada que hice al Perú: he visto reunidos los representantes: fuerza enemiga ya no amenaza la independencia de unos pueblos que quieren ser libres y que tienen los medios para serlo”.
El Congreso Constituyente en reconocimiento de los servicios prestados pro el Protector a nuestra independencia, le acordó, entre otros honores, los títulos de Primer Soldado de la Libertad, Generalísimo de las Armas del Perú, Fundador de la Libertad del Perú, el agrado de Capitán General y el uso de la banda bicolor con los honores del poder ejecutivo en todo el territorio del país.
Además, dispuso que se le levantara una estatua y que un busto del Generalísimo fuera erigido en la Biblioteca Nacional, por él fundada. Entre 1822 y 1850 San Martín vivió desterrado en Europa, salvo un breve viaje que hizo a Buenos Aires en 1829. Pero aún de lejos siguió preocupándose por los sucesos del Perú y Argentina, cuyas luchas políticas produjéronle penosa impresión pues iban contra sus más caros ideales.
- Cada gota de sangre americana que se vierte -decía- me llega al corazón”.
- Al igual que Bolívar amó el orden y la armonía nacionales.
- Pensaba en la unión de todos los pueblos de América y el respeto a los principios en que se funda la prosperidad y la riqueza de los pueblos.
- En vísperas de morir todavía pensaba en el Perú, su segunda patria, y así en su testamento mandó devolver el pendón Pizarro que le obsequiara el Ayuntamiento de Lima al renunciar el Mando.
Falleció en Boulogne Sur Mer el 17 de agosto de 1850. Como gobernante el Perú debe al General San Martín importantes reformas sociales y jurídicas: suprimió la mita y el tributo de los indios; prohibió la pena de azotes, la tortura y la horca; estableció la libertad de imprenta; fundó la Biblioteca Pública de Lima; decretó la libertad de los esclavos nacidos en el Perú y medidas de seguridad individual y colectiva.
Fundó colegios, impulsó las industrias y enalteció la dignidad del hombre. Creó nuestra Bandera y el Himno Nacional. Fomentó la cultura y pudo cumplir la promesa que hizo antes de salir de Chile de que venía a luchar por la libertad y contra la injusticia y la ignorancia. “San Martín es el más grande de los héroes, el más virtuoso de los hombres públicos, el más desinteresado patriota, el más humilde en su grandeza y a quien el Perú, Chile y las Provincias Argentinas le deben su vida y su ser político”, fue el juicio que el ilustre soldado mereció de los peruanos a su retiro del país”,
El Congreso Constituyente en reconocimiento de los servicios prestados pro el Protector a nuestra independencia, le acordó, entre otros honores, los títulos de Primer Soldado de la Libertad, Generalísimo de las Armas del Perú, Fundador de la Libertad del Perú, el agrado de Capitán General y el uso de la banda bicolor con los honores del poder ejecutivo en todo el territorio del país.
- Además, dispuso que se le levantara una estatua y que un busto del Generalísimo fuera erigido en la Biblioteca Nacional, por él fundada.
- Entre 1822 y 1850 San Martín vivió desterrado en Europa, salvo un breve viaje que hizo a Buenos Aires en 1829.
- Pero aún de lejos siguió preocupándose por los sucesos del Perú y Argentina, cuyas luchas políticas produjéronle penosa impresión pues iban contra sus más caros ideales.
“Cada gota de sangre americana que se vierte -decía- me llega al corazón”. Al igual que Bolívar amó el orden y la armonía nacionales. Pensaba en la unión de todos los pueblos de América y el respeto a los principios en que se funda la prosperidad y la riqueza de los pueblos.
En vísperas de morir todavía pensaba en el Perú, su segunda patria, y así en su testamento mandó devolver el pendón Pizarro que le obsequiara el Ayuntamiento de Lima al renunciar el Mando. Falleció en Boulogne Sur Mer el 17 de agosto de 1850. Como gobernante el Perú debe al General San Martín importantes reformas sociales y jurídicas: suprimió la mita y el tributo de los indios; prohibió la pena de azotes, la tortura y la horca; estableció la libertad de imprenta; fundó la Biblioteca Pública de Lima; decretó la libertad de los esclavos nacidos en el Perú y medidas de seguridad individual y colectiva.
Fundó colegios, impulsó las industrias y enalteció la dignidad del hombre. Creó nuestra Bandera y el Himno Nacional. Fomentó la cultura y pudo cumplir la promesa que hizo antes de salir de Chile de que venía a luchar por la libertad y contra la injusticia y la ignorancia.
¿Qué incentivo a Chile para declarar la guerra a Perú y Bolivia?
Nuestro país se involucró en una guerra que tuvo consecuencias catastróficas. – Un día como hoy en 1879, el gobierno chileno le declaró la guerra a su similar peruano, iniciando así la Guerra del Pacífico. Perú se vio involucrado “involuntariamente” debido al Tratado de Alianza Defensiva celebrado en secreto con Bolivia en 1873.
El país pudo optar por considerar el tratado como obsoleto, ya que Bolivia firmó un tratado de límites con Chile en 1874 sin consultar al Perú. Sin embargo, las autoridades peruanas decidieron apoyar a sus aliados del altiplano. El conflicto involucró a los presidentes Hilario Daza (Bolivia), Mariano Ignacio Prado (Perú) y Aníbal Pinto (Chile).
El salitre boliviano, y las tasas que este país fijaba a Chile para su extracción fueron la causa principal del conflicto, por lo que también es conocido como “La Guerra del Guano y del Salitre”. Este terminó para el Perú el 3 de mayo de 1879 con el Tratado de Ancón.
¿Qué país apoyo a los chilenos durante la Guerra del Pacífico?
- Bolivia pierde su salida al mar tras ceder el desierto de Atacama a Chile
- Perú se vio obligado a ceder Arica y Tarapacá a Chile
- Inicio de la Guerra civil peruana de 1884-1885,
- Comienzo del periodo de la Reconstrucción Nacional del Perú.
- Comienzo del periodo de estabilidad política de Bolivia.
- El salitre se convierte en la principal fuente de riqueza de Chile.
- Auge de la influencia militar y política de Chile en América del Sur.
Bolivia Perú | Chile |
/td>
Bolivia: Hilarión Daza Narciso Campero Perú: Mariano Ignacio Prado Luis La Puerta Nicolás de Piérola Francisco García Calderón Lizardo Montero Miguel Iglesias Andrés Avelino Cáceres | Chile: Aníbal Pinto Domingo Santa María |
/td>
Campaña terrestre : Juan Buendía Francisco Bolognesi † Nicolás de Piérola Pedro Silva Gil † Andrés Avelino Cáceres Narciso Campero Campaña naval : Miguel Grau † Aurelio García y García Fuerza irregular : Ladislao Cabrera Eduardo Abaroa † | Campaña terrestre : Erasmo Escala Manuel Baquedano Patricio Lynch Campaña naval : Arturo Prat † Juan Williams Galvarino Riveros Juan Latorre |
/td>
Muertos: 12 934-18 213 Heridos: 7891-7896 Muertos en acción y heridos: 4367-10 467 | Muertos: 2425-2791 Heridos: 6247-7193 |
/td>
La guerra del Pacífico fue un conflicto armado ocurrido entre 1879 y 1884 que enfrentó a Chile y a los aliados Bolivia y Perú, Se desarrolló en el océano Pacífico, en el desierto de Atacama y en las serranías y valles peruanos. En febrero de 1878, Bolivia estableció un nuevo impuesto a la empresa chilena Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta (CSFA), violando el Tratado de límites de 1874,
- Este tratado definía la frontera acordada entre ambas naciones y prohibía aumentos o nuevos impuestos a empresas chilenas durante veinticinco años.
- Chile protestó la subida de impuestos y solicitó someter el pleito a un arbitraje, pero el gobierno boliviano, presidido por Hilarión Daza, consideró el asunto como interno y sujeto a la jurisdicción de las cortes bolivianas.
Ante la violación del tratado por parte de Bolivia, Chile insistió advirtiendo que tampoco se consideraría ligado a los límites territoriales del mismo, a menos que Bolivia suspendiera el nuevo impuesto. A pesar de eso, Daza rescindió la licencia a la compañía chilena, embargó sus bienes y los puso a remate.
- El día del remate, el 14 de febrero de 1879, las fuerzas militares chilenas ocuparon el puerto boliviano de Antofagasta, mayoritariamente habitado por chilenos, y avanzaron en pocos días hasta el paralelo 23°S.
- La zona entre el río Loa y el paralelo 23°S permaneció bajo soberanía boliviana.
- Perú, que en 1873 había firmado con Bolivia un Tratado de Alianza Defensiva de carácter secreto, ordenó preparar sus fuerzas militares y simultáneamente envió un diplomático a Chile para mediar.
Ante el avance chileno en territorio disputado, Bolivia se declaró en estado de guerra contra Chile el 1 de marzo de 1879. Tras la negativa de Perú a permanecer neutral, Chile declaró la guerra a ambos aliados el 5 de abril. El 6 de abril, Perú declaró el casus foederis, es decir, la entrada en vigor de la alianza secreta con Bolivia.
Aunque el impuesto de los diez centavos y el tratado de 1873 aparecen a primera vista como los detonantes del conflicto, las causas fundamentales de la guerra fueron profundas y complejas. Entre ellas los historiadores señalan la vaguedad de las fronteras coloniales, el interés por el negocio del salitre y la tensión producida por las diferencias entre el progreso de Chile y la inestabilidad política y económica de los aliados.
Los territorios disputados, así como las zonas aledañas, se ubican en el desierto de Atacama, y en aquel tiempo tenían acceso expedito solo por mar. En los primeros seis meses, Chile logró la supremacía naval, indispensable para conquistar las zonas costeras del desierto.
- Antes de fines de 1879 ocupó la provincia peruana de Tarapacá y, a comienzos de 1880, la zona de Tacna y Arica, tras lo cual Bolivia abandonó militarmente la guerra.
- Luego, en enero de 1881, tras vencer en las batallas de San Juan y Chorrillos y Miraflores al ejército peruano, las fuerzas chilenas ocuparon Lima,
Después de estas campañas, la guerra entre Chile y Perú continuó por dos años más entre los remanentes del ejército, guerrillas y montoneros peruanos contra las fuerzas chilenas de ocupación, hasta la firma del Tratado de Ancón en 1883, en la que Perú, entre otras cosas, cedió perpetuamente el departamento de Tarapacá y le fueron retenidas temporalmente las provincias de Arica y Tacna.
- Al año siguiente se firmó el Pacto de Tregua entre Bolivia y Chile de 1884, que puso fin al estado de guerra entre ambos países.
- Por su omisión en el tratado, Bolivia aceptó la anexión chilena de la franja 23°S-24°S.
- Bolivia aceptó la ocupación militar chilena de la zona entre el río Loa y el paralelo 23°S, pero su soberanía quedó en disputa y fue resuelta a favor de Chile en el Tratado de 1904 entre Chile y Bolivia,
Mediante el Tratado de Lima de 1929, Tacna fue devuelta a Perú y Arica fue cedida a Chile.
¿Qué perdió el Perú en la Guerra del Pacífico?
Territorio limítrofe con Perú – Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile Antes de la, Chile no había tenido conflictos sobre límites territoriales con Perú. Desde la Colonia, el Río Loa había sido el límite natural entre ambos pueblos. En el del 20 de octubre de 1883, que restableció la paz entre los dos países tras la Guerra, Perú cedió a Chile el territorio de la provincia litoral de Tarapacá perpetua e incondicionalmente.
Tacna y quedaron bajo jurisdicción chilena por diez años; luego un plebiscito decidiría la soberanía definitiva. La soberanía de ambas provincias se estableció definitivamente en el, firmado en 1929, donde Tacna pasó a soberanía peruana y Arica a jurisdicción chilena. Además se instauró que la frontera partiría en un punto de la costa llamado “Concordia”, a diez kilómetros al norte del puente del Río Lluta, seguiría al oriente en línea paralela a la vía del ferrocarril Arica-La Paz, y pasaría por el centro de la Laguna Blanca, donde cada parte sería territorio de cada país.
El año 2014, la Corte Internacional de La Haya dictaminó que la frontera marítima “es la intersección del paralelo de latitud que cruza el Hito Nº1 con la línea de bajamar” (“Maritimie Dispute (Peru v. Chile)”, International Court of Justice, 2014). : Territorio limítrofe con Perú – Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile
¿Qué países le quitaron territorio a Perú?
En el ámbito externo, dígase límites internacionales, el Perú progresivamente ha sido mutilado, perdiendo los territorios de Guayaquil, Leticia, Tabatinga, Acre, Arica y Tarapacá, entre otros. Dichos acontecimientos han reducido significativamente la extensión que tenía el territorio peruano en sus orígenes.
¿Qué le dijo San Martín a Simón Bolívar?
A Miguel Maticorena (1926-2014) In memoriam Introducción El objetivo central de la investigación es examinar la denominada entrevista de Guayaquil celebrada entre el general José de San Martín y el general Simón Bolívar entre los días 26 y 27 de julio de 1822.
Utilizando una gama variada de evidencias históricas, hemos podido precisar los antecedentes, realizar una reconstrucción de la agenda ex post facto, determinar el leitmotiv de algunas decisiones políticas y militares, identificar algunas consecuencias y evaluar qué tan relevante fue en el plano político, militar e histórico como punto de inflexión en el proceso independentista sudamericano ( Lynch, 2006 ; Martínez, 2013 ; Paredes, 2015 ; Morán y Rivera, 2021 ; San Martín Vásquez, 2020 ).
No fue ni una reunión secreta ni una reunión oficial y, por lo tanto, no hubo agenda oficial ni acuerdos formales. Fue una reunión privada. Bolívar la definió como “visita” y San Martín, como “entrevista”. Sin embargo, hubo una agenda in pectore. No hubo testigos presenciales de las reuniones, a pesar de que una serie de personalidades han dejado su parecer en cartas, memorias, informes, relatos de viajeros, diarios personales y militares, etc.
Algunos de ellos son poco confiables como evidencia histórica de esta entrevista, ya que reflejan simpatías o antipatías por los personajes. No obstante, algunos textos producidos por los propios protagonistas permiten reconstruir sus intenciones previas, la “agenda” y los pareceres, deliberaciones y motivaciones de las decisiones que se adoptaron antes, durante y después de la entrevista ( Bolívar, 1950 ; Martínez, 2013 ; Ayala, 2009 ; Burga, 2009 ; San Martín, 1974-1976 ; Bragoni, 2017 ).
Esta entrevista fue un punto de inflexión en el proceso independentista sudamericano debido a tres motivos. Primero, significó el principio del fin de la etapa sanmartiniana, ya que, aunque ya había convocado al Congreso Constituyente y en pliego cerrado había redactado su renuncia, los magros resultados aceleraron su salida ( Hall, 1998 ; Lynch, 2006 y 2009 ; Bragoni, 2017 ).
- Segundo, significó los inicios de la etapa bolivariana, a causa de la designación de Sucre como adelantado.
- Su arribo al Perú fue demorado por el propio Bolívar, ya que, aunque San Martín se retiró en septiembre de 1822, Sucre no llegaría al Perú hasta el 11 de mayo de 1823, y recién el 1 de septiembre de 1823 lo haría Bolívar.
Y, tercero, obligó a la élite, especialmente la criolla limeña, a decidirse políticamente con respecto al proceso independentista y dejar de lado su proverbial ambigüedad, indecisión e indeterminación ( Lynch, 2006, 2009 y 2010 ; Quiroz, 2009 ). Los antecedentes de la entrevista ¿Cuál es el contexto de la entrevista? San Martín está políticamente estancado por los cuestionamientos de los liberales-republicanos y militarmente a la defensiva, debido al poderío militar realista ramificado en el virreinato peruano y la debilidad militar patriota, que se expresa en el insuficiente número de tropas, la inseguridad respecto al nivel de competencia de los oficiales y la escasez de recursos materiales.
Consciente de la imposibilidad de romper este impasse, buscó el “auxilio” -San Martín dixit- de Bolívar para culminar la guerra. Bolívar, por su parte, está en pleno ascenso político-militar después de una devastadora y letal campaña militar en la actual Venezuela -en donde se calcula que murió un tercio de sus casi 800 000 habitantes- y de exitosas campañas, con mucho menores pérdidas, en la sabana colombiana y la sierra quiteña.
La entrevista se había frustrado en febrero de 1822. El 19 de enero de 1822, San Martín emitió un bando de delegación de mando en favor de Torre Tagle como supremo delegado y anunció una agenda mínima: “Voy a encontrar en Guayaquil al Libertador de Colombia; los intereses generales de ambos Estados, la enérgica terminación de la guerra que sostenemos y la estabilidad del destino a que con rapidez se acerca la América, hacen nuestra entrevista necesaria” ( San Martín, 1974-1976, pp.151-153).
- San Martín, en carta a Bolívar, le dice: “Antes del 18 saldré del puerto del Callao y, apenas desembarque en el de Guayaquil, marcharé a saludar a vuestra excelencia en Quito” ( San Martín, 1974-1976, p.159).
- Nótese que San Martín pensó que la reunión sería en Quito.
- Sucre y Bolívar llegaron a Guayaquil el 11 de julio de 1822 al mando de 5000 hombres, con lo cual evitaron que San Martín llegara a Quito; y -lo más importante- afirmaban su autoridad y soberanía más militar que política sobre Guayaquil, debido, entre otras razones, a que los guayaquileños estaban divididos entre autonomistas, separatistas y anexionistas a Colombia o al Perú; opciones que estaban a la espera del desenlace del proceso independentista para definir su destino.
¿Existió una agenda in pectore? Cotejando diversas fuentes se puede plantear:
La culminación de la guerra de independencia en el Perú. La adopción de la forma de gobierno del Perú. San Martín creía que la monarquía constitucional permitiría una transición sin guerra civil, razón por la cual pretendía el gobierno de un príncipe europeo como una fórmula política transicional y transaccional con el sector de la élite criolla limeña, que todavía abrigaba sentimientos monárquicos y temía que la probable anarquía republicana, como había ocurrido en otras latitudes, desembocara en una guerra civil o algo mucho peor (por ejemplo, la guerra étnica en Haití). Bolívar, ubicado en las antípodas ideológicas, no compartía esta solución y se oponía firmemente a ello, entre otras razones, porque colisionaba con sus proyectos luego de la independencia. Creía en la república, aunque sus detractores dirían que su modelo era una monarquía con ropaje republicano. El anhelo de San Martín de “auxilio” de tropas y armas, aunque nunca quedó claro el sentido exacto de la palabra auxilio, ya que la consideraba una justa retribución militar por la división del Perú al mando de Santa Cruz, que contribuyó al triunfo en Pichincha y que selló la independencia del norte de Sudamérica.
Acerca del liderazgo Le style c’est l’homme même. Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon Un aspecto que incidió en el desenlace de esta entrevista fue el liderazgo. El activismo o voluntarismo de Bolívar se basa no solo en su personalidad, sino también en el hecho de que él solo dependía del Congreso de Colombia y sobrellevaba, en la medida de lo posible, sus diferencias con Santander, su vicepresidente.
- Además, su segundo al mando en el plano militar era Sucre, quien siempre fue funcional a sus objetivos políticos y militares y con el cual rara vez discrepaba, entre otras razones, porque Sucre era un soldado profesional.
- Es decir, era apolítico, aunque en no pocas ocasiones Bolívar lo “arrastró” literalmente a la política, para que asumiera algunos cargos, a pesar de su reiterada renuencia a asumir responsabilidades políticas.
El epistolario entre Bolívar y Sucre da cuenta de la afinidad que existía entre ambos y del amplio espíritu de colaboración de Sucre, quien durante toda la campaña debió ser el soldado más leal y apolítico cercano a Bolívar. En una carta Bolívar dirá lo siguiente: “Sucre es muy propio para mandar tropas en campaña porque tiene talento, juicio, actividad, celo y valor; y yo a la verdad no me creo con tantas cualidades” ( Bolívar, 1950, pp.707).
Muy diferente fue la posición de San Martín, quien dependía política, financiera y logísticamente de dos actores muy distantes, O’Higgins en Chile y la Junta de Buenos Aires. En la lógica de Bolívar, ello generaba demasiadas trabas para una conducción eficaz de la guerra, como pondría en evidencia implícitamente al retardar su llegada a Lima.
Este resquemor y resistencia de Bolívar por lo que ahora llamaríamos checks and balances se haría evidente en una carta: Es preciso trabajar por que no se establezca nada en el país y el modo más seguro es dividirlos a todos. es preciso que no exista ni simulacro de gobierno y esto se consigue multiplicando el número de mandatarios y poniéndolos todos en oposición.
A mi llegada, el Perú debe ser un campo rozado para que yo pueda hacer en él lo que convenga ( Rodríguez, 2017 ). En el pensamiento bolivariano una dictadura a la romana -legal, investida por el Congreso y temporal- era la mejor solución. Y se lo planteó sin medias tintas al Congreso peruano: Permítame el Congreso peruano ofrecerle, como el último testimonio de mi consagración absoluta a su causa, un aviso que puede serle saludable: quizá será el más grande servicio que logre hacerle al Perú en medio de las horribles circunstancias que lo rodean.
Creo que la soberanía nacional debe crear un dictador con facultades ilimitadas omnipotentes; y que este dictador declare ley marcial en la república con las modificaciones que su sabiduría juzgue indispensables. Solo este dictador puede dar un rayo de esperanza a la salud de la república ( Bolívar, 1950, p.906).
El deterioro político y el fracaso de la campaña de intermedios originaron que el 10 de febrero de 1824 fuera llamado por el Congreso. Respecto a sus atribuciones conferidas por el Congreso, Sánchez Carrión lo diría sin ambages: el decreto confiere amplias facultades más que las que pueden emanar de un poder discrecional El Congreso, el presidente, la Constitución, las leyes y decretos quedan en suspenso, como entre los romanos cuando grandes riesgos amenazaban a la patria; en una palabra, todo queda al juicio de vuestra excelencia; el Perú se pone en su mano fuerte El país lo necesita y la misma investidura lo requiere ( Sánchez Carrión, 1974, p.279).
Un institucionalista como Sánchez Carrión no puede dejar de reconocer: “siendo la primera vez que yo me decido en la revolución por personas y no por cosas, como antes lo había” ( 1974, pp.284). Antes de esto, asistíamos a la paradoja de que San Martín se había convertido en la fase terminal del Protectorado en autoridad sin poder y Bolívar era poder sin autoridad hasta que el Congreso la formalizó.
- La combinación bolivariana de autoridad y poder generó resistencias entre importantes criollos peruanos como Riva Agüero ( Lynch, 2006 y 2009).
- No una, sino varias entrevistas en Guayaquil Stricto sensu no hubo una entrevista, sino que se reunieron en seis ocasiones.
- La primera reunión fue un saludo a bordo, más por cortesía que por protocolo, de Bolívar; la segunda fue el retorno de este saludo; la tercera, ya en tierra, fue una entrevista que duró hora y media; y la cuarta fue una breve reunión complementaria de media hora.
Todas el 26 de julio. La quinta reunión fue una larga entrevista el 27 de julio desde la una hasta las cinco de la tarde; y el sexto encuentro fue durante un banquete ofrecido en honor a San Martín, célebre por el brindis, según el testimonio del coronel Rufino Guido.
Bolívar al brindar dijo: “Por los dos hombres más grandes de la América del Sur, el general San Martín y yo”. San Martín, modestísimo, brindó “Por la pronta conclusión de la guerra, por la organización de las diferentes repúblicas del continente y por la salud del Libertador de Colombia” ( Hall, 1998, p.177).
Las dos reuniones prolongadas y la breve reunión fueron de carácter privado. No hubo testigos presenciales. Sin embargo, tanto Bolívar como San Martín redactaron algunas cartas aludiendo a su tenor y sus resultados ( Bolívar, 1950, pp.256-264; Martínez, 2013 ; San Martín, 1950, pp.8790; Bragoni, 2017, p.429).
Estos informes y cartas han permitido corroborar que San Martín dijo, entre otras cosas: 1) que las Fuerzas Armadas eran débiles, lo que podría deducirse como insuficientes e inexpertas; 2) que deseaba retirarse después de instaurar un gobierno; y 3) que era favorable a una monarquía constitucional.
Poco después le dirá a Bolívar con franqueza: “General, mi partida está irrevocablemente tomada, para el 20 del mes entrante he convocado al primer Congreso del Perú y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que solo mi presencia es el único obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando” ( Hall, 1998, p.171).
San Martín, pocos años después, ante el pedido de Guillermo Miller para que esclareciera públicamente algunas informaciones tendenciosas y falsas, le contestará lo siguiente: En cuanto a mi viaje a Guayaquil, él no tuvo otro objeto que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que una justa retribución (prescindiendo de los intereses generales de América) lo exigía, por los que el Perú tan generosamente había prestado para libertar el territorio de Colombia.
Mi confianza en el buen resultado estaba tanto más fundado, cuanto el ejército de Colombia, después de la batalla de Pichincha, se había aumentado con los prisioneros y contaba con 9600 bayonetas, pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en la primera conferencia con el Libertador me declaró que haciendo todos los esfuerzos posibles solo podría desprenderse de tres batallones con la fuerza total de 1070 plazas Estos auxilios no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido de que el buen éxito de ella no podía esperar sin la activa y eficaz cooperación de todas las fuerzas de Colombia; así es que mi resolución fue tomada en el acto creyendo mi deber hacer el último sacrificio en beneficio del país.
Al día siguiente y a presencia del vicealmirante Blanco, dije al Libertador que, habiendo convocado al Congreso para el próximo mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia en el Perú, añadiendo: ahora le queda a usted, general, un nuevo campo de gloria en que va usted a poner el último sello a la libertad de la América ( San Martín, 1974-1976, pp.165-167).
Nótese que San Martín quería “auxilios”; y no forjar una alianza militar, aunque en una carta habló de “cooperación” ( Hall, 1998, p.170). Y que difícilmente Bolívar, después de haber liberado a la actual Venezuela, Colombia y el actual Ecuador, iba a dejar inconcluso su proyecto no solo militar, que ya le estaba tomando 11 años, sino también político de unidad e integración continental.
Bolívar no aceptó el ofrecimiento de San Martín de “servir bajo sus órdenes” ( Hall, 1998, p.170); entre otras razones, porque reconocía el aporte de San Martín. A esto debemos añadir la eventualidad de convertirse en su relevo al agudizarse sus diferencias con las autoridades de Colombia, sea el Congreso o con su vicepresidente Santander; las autoridades del Perú, especialmente el Congreso Constituyente; las autoridades de Chile, tanto O’Higgins como sus detractores; y la Junta de Buenos Aires, desgarrada por facciones internas y conflictos con las provincias unidas del Río de la Plata.
Frente a tantos posibles frentes políticos no se arriesgaría a tener como subordinado a alguien de su talla. No por casualidad su segundo al mando era Sucre, cuya lealtad era indudable y cuya aversión al mando político era conocida. Tal como lo refirió el propio Sucre en carta a Santander: Temo, mi amigo, que mi falta de luces para gobernar pueblos me haga cometer errores.
Usted sabe que yo estoy desde la edad de 13 años en un cuartel, y que nada sé de las materias que a cada paso van a presentárseme. Mucho, mucho se lo dije al Libertador, pero él insistió en que yo mandase un país que manifestaba alguna deferencia por mí. Haré lo que ustedes quieran ( Sucre, 1981, p.72).
No existen evidencias para suponer que hubieran debatido la posibilidad de crear un doble teatro de operaciones militares -norte y sur- en el Perú, para dividir, debilitar y desgastar a los realistas y acelerar su derrota por combatir en dos frentes.
Tampoco existen evidencias de ello en la correspondencia intercambiada entre ambos y con terceros; aunque en una comunicación a los ministros de Estado y Relaciones Exteriores del Perú y Chile, Bolívar solicita al gobierno de Chile se “pudiese dividir la atención de los enemigos” ( Bolívar, 1950, p.232) e incluso espera que las autoridades del Río de la Plata realicen una incursión hacia el Cusco.
Estas propuestas no encontraron respaldo. Un segundo frente habría agudizado las dificultades realistas debido a que no contaban con el dominio marítimo. Factor clave desde el punto de vista de O’Higgins, quien, comentando la captura de la corbeta Chacabuco (1819), diría: “Este triunfo y cien más serán insignificantes sin el dominio del mar”.
Algo que más adelante sería refrendado por Bartolomé Mitre: “San Martín y el gobierno de Chile sabían que el dominio del mar era condición indispensable para llevar con éxito la guerra al Perú” ( Mitre, 1980, pp.517-530). Agreguemos que había otros teatros de operaciones militares como el Caribe y México que también demandaban ingentes recursos humanos y materiales, y que dificultaban que Sudamérica fuera prioridad política, militar y logística para la metrópoli.
En 1848, San Martín, en carta dirigida a Ramón Castilla, aludiría a la entrevista de Guayaquil: Yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndole puesto fin con la terminación de la guerra de la independencia en el Perú, pero mi entrevista en Guayaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus protestad) de que el solo obstáculo de su venida al Perú con el ejército de su mando no era otro que la presencia del general San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas que yo disponía.
- Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no solo comprometía mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia, la guerra de la independencia hubiera terminado en todo el año 23.
- Pero este hermoso sacrificio, y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias) de los motivos que me obligaron a dar ese paso, son esfuerzos que usted podrá calcular y que no está al alcance de todos poderlo apreciar ( Bragoni, 2017, p.429).
¿Quo vadis, Guayaquil? San Martín desembarcó a las 9 de la mañana del 26 de julio de 1822. Las palabras de bienvenida de Bolívar no pudieron ser más elocuentes para sacar de la agenda, si es que alguna vez lo estuvo, el destino de Guayaquil: “Suelo colombiano te recibe” le dijo Bolívar (1950 ).
Esta posición no era desconocida por San Martín. En carta del 25 de julio de 1822, Bolívar le había manifestado: “Usted no dejará burlada el ansia que tengo de estrechar en el suelo de Colombia al primer amigo de mi corazón y de mi patria” ( Bolívar, 1950, p.655). Desde el punto de vista de Bolívar, ¿por qué Guayaquil debe pertenecer a la Gran Colombia? En varias cartas lo señala: “Quito no puede existir sin el puerto de Guayaquil, lo mismo Cuenca y Loja.
Las relaciones de Guayaquil son todas con Colombia. Tumbes es límite del Perú y por consiguiente la naturaleza nos ha dado a Guayaquil” ( Bolívar, 1950, p.612). En otra carta dirigida a Francisco de Paula Santander le dirá: “Yo considero a Guayaquil perteneciente a Colombia” ( Bolívar, 1950, p.614).
Y añade: la independencia de Guayaquil no sería más que el señalamiento de un campo de batalla a dos estados belicosos; que una ciudad y un río no pueden constituir una nación; que Guayaquil ha sido una dependencia de la presidencia de Quito y esta de la Nueva Granada que Túmbez es el límite natural del Perú y Guayaquil está fuera de él Al general Sucre le digo que, por ningún caso, permita que Guayaquil se incorpore a otro gobierno ( Bolívar, 1950, p.616).
En otra carta le reitera lo mismo a Santander: “Hablando de política, digo que no me parece bueno dividir a Quito en departamentos, porque Guayaquil debe estar sujeto a Quito, por política y por razón” ( Bolívar, 1950, p.635). Con respecto al destino de Guayaquil, en la referida carta-informe Bolívar señala que San Martín le dijo que “no se había mezclado en los enredos de Guayaquil”; con lo cual denotaba su renuencia a modelar a su favor a la opinión pública.
San Martín, en diversas cartas y documentos, ya había señalado que debía ser el sentir de la opinión pública la que guiara la conducta política de los libertadores y, por tanto, creía que el destino de las naciones debían expresarlo los ciudadanos reunidos en cabildo abierto. Por ejemplo, el 8 de septiembre de 1820 emitió un documento en que a la par que declaraba el cese del gobierno español y se autoproclamaba, singularmente, “revestido de la autoridad suprema por el imperio de las circunstancias”, precisaba que: en medio de los trabajos de una campaña es imposible dictar nada de estable, porque sería muy difícil y moroso conocer la voluntad de los pueblos, así todo cuanto fuere establecido por mí se considerará solo provisional hasta que, concluida la guerra, puedan ellos pronunciarse sobre sus futuros destinos.
Un gobierno y sus instituciones no tienen fuerza ni duración sino mientras están sostenidos por la opinión pública. Asegurada la independencia, nos quedará tiempo para pensar en la consolidación del orden social ( Hall, 1998, pp.123-124). Muy diferente fue la postura de Bolívar, quien era mucho más proactivo o decisionista, y siempre trató de modelar la opinión pública en su favor.
El destino de Guayaquil no estaba agendado debido a que San Martín pensó que correspondía al Perú. Sin embargo, su edecán, el coronel Rufino Guido, tiene un parecer diferente: El general San Martín salió del Callao para Guayaquil, con el objeto ostensible de tener una entrevista con el general Bolívar; pero muy reservadamente, con el de apoderarse de aquel importante departamento que se había declarado en favor del Perú, anticipándose al general Bolívar, cuyas intenciones y movimientos de sus tropas al efecto habían llegado a noticia del gobierno peruano.
Para esta empresa se embarcaron dos batallones ( Hall, 1998, p.173; San Martín, 1974-1976, p.171). Según Guido, San Martín le dijo: “Qué les parece a ustedes cómo nos ha ganado de mano el Libertador Simón Bolívar?” ( Hall, 1998 ). No obstante, San Martín confiaba en que la opinión pública guayaquileña se resistiera a la anexión colombiana y optara por el Perú.
Que San Martín no aludiera al destino de Guayaquil probablemente se debió a que había problemas mucho más graves que su destino. Además, el principal teatro de operaciones ya era el sur (Perú) y no el norte (Colombia), y el grueso del ejército realista sudamericano estaba en el Perú. De ahí que fuera relevante, no solo políticamente sino también militarmente, la forma de gobierno del Perú.
Una monarquía constitucional podría apaciguar a los realistas, ganarse el favor de los criollos moderados o gradualistas que permitiera un triunfo político sin guerra (prolongada), y evitar una cruenta guerra civil e incluso racial; pero esta opción no era compartida por Bolívar.
No menos importante fue su resistencia a la constitución de un gobierno democrático -idea compartida incluso por los liberales criollos-, en vista de lo arraigado de la servidumbre y esclavitud, además de la heterogeneidad racial y la virtual inexistencia de lazos comunes entre los diferentes sectores sociales como para forjar sentimientos de unidad -comunidad imaginaría, diría Benedict Anderson-, algo que ya había sido señalado por Monteagudo ( Monteagudo, 1822, 1823 y 2009 ; Montoya, 2001 y 2002 ).
El tránsito del virreinato a la república, o de la colonia a la república, y de la servidumbre y esclavitud a la ciudadanía no sería tarea fácil como lo entrevió Sánchez Carrión, quien al oponerse a la monarquía argumentó: “¿Qué seríamos? ¿Qué tendríamos? ¿Cómo hablaríamos a la presencia del monarca? seríamos excelentes vasallos, y nunca ciudadanos nuestro lenguaje explicaría con propiedad nuestra obediencia” ( Sánchez Carrión, 1974, p.354).
Con posterioridad, estas barreras institucionales serían puestas en evidencia por los viajeros extranjeros y exiliados chilenos, como José Victorino Lastarria, quien creía que: El sistema democrático tiene aquí obstáculos insuperables que vencer: la diferencia de castas, la indolencia e ignorancia de las masas, los hábitos y sentimientos monárquicos que engendró y radicó el sistema colonial, y la desmoralización producida por el gobierno altamente inmoral de los virreyes y por la guerra civil, darán trabajo para un siglo más a las que deseen ver realizado el prospecto de la revolución ( Lastarria, 1967, p.109).
La posición tanto de San Martín como de Bolívar con respecto al destino de Guayaquil, al margen de lo que pudieran pensar los propios guayaquileños, aparece en diversas comunicaciones. San Martín le escribe a Bolívar: Por las comunicaciones que en copia me ha dirigido el gobierno de Guayaquil, tengo el sentimiento de ver la seria intimación que le ha hecho vuestra excelencia para que aquella provincia se agregue al territorio de Colombia.
Siempre he creído que en tan delicado negocio el voto espontáneo de Guayaquil sería el principio que fijase la conducta de los estados limítrofes, a ninguno de los cuales compete prevenir por la fuerza la deliberación de los pueblos No es nuestro destino emplear la espada para otra que no sea el de confirmar el derecho que hemos adquirido en los combates para ser aclamados por libertadores de nuestra patria.
Dejemos que Guayaquil consulte su destino y medite sus intereses para agregarse libremente a la sección que le convenga ( San Martín, 1974-1976, pp.153). San Martín cree en la importancia de la opinión pública y en el principio de la libre determinación de los pueblos expresados a través de sus cabildos.
Mientras que Bolívar no cree en la neutralidad, es intervencionista y prefiere subordinarla a consideraciones militares y geopolíticas. El diario personal de Manuela Sáenz brinda algunas evidencias al respecto. Dice en una anotación del 4 de junio de 1822: “Parece que el Libertador prepara la adhesión de Guayaquil a la Gran Colombia, pues sin este puerto no habría condición estratégica para la República” ( Sáenz y Bolívar, 2010, p.123).
La apreciación de Sáenz es correcta. Guayaquil reviste de importancia estratégica y geopolítica para Colombia, porque sería su principal puerto de salida al océano Pacífico. Años después, Manuelita Sáenz, en sus anotaciones del 27 de agosto de 1843, vuelve a abordar el tema y se ufana de la capacidad persuasiva que tuvo: Cuando surgió el asunto de Guayaquil, ya conocía bien al general San Martín, y usé mi amistad con algunos de sus devotos ; especialmente con Rosita, para averiguar cosas necesarias a la causa de la anexión de Guayaquil a Colombia.
- Convencida, como lo estaba también el Libertador y presidente, de que Guayaquil era completamente del territorio de Colombia, le aconsejé que no permitiera que esa provincia se separara de su patria madre, y de no permitir que los peruanos intentaran mutilar este pedazo de suelo colombiano.
- Le manifesté a su excelencia que yo conocía muy bien las debilidades del señor general San Martín, que me había condecorado como “Caballeresa del Sol”.
Simón no me permitió que yo le hablara de esas debilidades. Por el momento. Pero luego, muy preocupado, me preguntó: “¿Sabe usted, señora, con qué elementos puedo, de su intuición de usted, convencer a este señor general, para que salga del país sin alboroto, desistiendo de su aventura temeraria de anexar Guayaquil al Perú?”.
- Entonces yo le contesté: “Vaya usted en persona e impresione a esos indecisos, acójalos bajo protección de la república de Colombia y encárguese usted mismo del mando militar y político de ese puerto y su provincia” ( Sáenz y Bolívar, 2010, pp.191-192).
- El corolario sobre el destino de Guayaquil quedó tempranamente evidenciado en una carta de San Martín a Bolívar: Nada diré a usted sobre la reunión de Guayaquil a la República de Colombia: permítame usted, general, le diga que creo que no era a nosotros a quien pertenecía decidir este importante asunto: concluida la guerra, los gobiernos respectivos lo hubieran transado, sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos Estados de Sudamérica ( Hall, 1988, pp.170-172).
De “auxilios” y tropas bolivarianas rumbo al Perú San Martín ha dejado constancia de su malestar, por lo que consideraba el poco auxilio prometido por Bolívar. ¿Qué tan exigua fue la oferta de tropas? Según Ayala Mora, Bolívar contaba con 5000 hombres.
Y le ofrecía casi un 20% de sus tropas ( Ayala, 2009, p.129). Sin embargo, San Martín creía que después de la batalla de Pichincha, Bolívar había realizado un nuevo reclutamiento y contaba con casi 10 000 hombres ( San Martín, 1950 ). Si la primera cifra era correcta, su porcentaje no era nada desdeñable; aunque insuficiente, ya que creía que los realistas eran unos 8500 ( Hall, 1998, p.172).
No obstante, la información es contradictoria, ya que Bolívar en carta a Santander dirá: “Lleva 1800 colombianos en su auxilio, fuera de haber recibido la baja de sus cuerpos por segunda vez, lo que nos ha costado más de 600 hombres: así recibirá el Perú 3000 hombres de refuerzo, por lo menos” ( Bolívar, 1950, pp.262-264).
- Y en carta a Sucre le dirá: “El batallón Vencedor en Boyacá y el batallón Pichincha se han embarcado ayer para seguir al Perú.
- Antes se había embarcado Yaguachi para el mismo destino.
- Estos tres cuerpos ascenderán a 1800 hombres, que con cerca de 800 que tiene la antigua Numancia, llamado hoy Voltígeros de la Guardia, formarán la división de Colombia auxiliar del Perú” ( Bolívar, 1950, pp.259-262).
Las cifras del batallón Numancia son contradictorias. Algunos autores le atribuyen 996 plazas entre peruanos y venezolanos ( Medina, 2001, p.122). Bolívar reclamaría el batallón Numancia como propio, debido a que consideraba que la mayoría de sus soldados eran venezolanos.
En concreto, la oferta fue de 2600 hombres. La cifra es significativa si la comparamos con el hecho de que San Martín desembarcó en Pisco con poco más de 4450 hombres. Pero, sin duda, una cifra insuficiente. Después de la entrevista de Guayaquil, Bolívar reclutó a 4000 soldados más, probablemente consciente no solo del elevado número de tropas realistas, sino también de la experiencia militar y habituada a la geografía del Perú; lo que podría causar una larga guerra de movimientos.
Además, debía tener muy presente algunos azotes de los ejércitos: las deserciones y las enfermedades y epidemias. ¿Cuál era el tamaño de las filas patriotas? Hall señala con precisión la lista de las fuerzas generales embarcadas en Valparaíso el 20 de agosto de 1820 y totaliza 4365 ( Hall, 1998, p.131).
- Según Lynch, San Martín pensaba que se requerían unos 6000 soldados; a diferencia de Belgrano, que pensaba en 8000 ( Lynch, 2009, p.267).
- El ejército patriota subió a 6648 hombres en la revista del 15 de enero de 1821 y disminuyó a 3273 hombres para octubre de 1822, lo que explica su deseo de auxilio militar de Bolívar, quien enviaría a 2230 hombres de la división auxiliar de la Gran Colombia.
Esta última cifra era más del doble de lo ofrecido inicialmente ( Medina, 2001, p.99). El 15 de enero de 1821 contaba con 6648 hombres, de los cuales 2500 eran peruanos. Para octubre de 1822 esta cifra disminuyó a 3273 (1815 argentinos y 1458 chilenos), sin incluir a 2230 hombres de la División Auxiliar de Colombia, que llegó ese mes y regresó poco después, para retornar finalmente para las campañas de Junín y Ayacucho ( Medina, 2001, p.99).
Existen evidencias para suponer que los mestizos se incorporaron al ejército patriota. Pero ¿de dónde extraer soldados? No fueron pocos los indígenas entre las tropas realistas, y en el bando patriota fueron parte de las guerrillas y montoneras. ¿Qué otras opciones existían? ¿Reclutar o levar a los esclavos negros a cambio de su libertad? Según Medina, “gran número de esclavos llegaron como voluntarios al campamento de Pisco Posteriormente se presentaron 3000 esclavos, de los cuales escogió 1000 para ser incorporados a la caballería.
A los dueños de estos esclavos San Martín ordenó indemnizarlos para demostrar su respeto por la propiedad privada” ( Medina, 2001, pp.121-122). A diferencia de Chile y Argentina, donde el número de esclavos fue exiguo y no hubo grandes resistencias para la abolición, en el Perú bordeaban los 50 000 hombres y su nexo con la economía agraria hacendaria era muy fuerte como para que los terratenientes, criollos y no criollos, apoyaran la abolición aun cuando fueran indemnizados, e incluso entre quienes a regañadientes apoyaban la independencia; pero apoyar la abolición era diferente.
De ahí que San Martín apostara por el gradualismo. Esta limitación estructural (política, social y económica) para reclutar negros esclavos lo llevó a confiar más en un triunfo político (de ahí su énfasis en ganarse a la opinión pública) que en un triunfo militar, que podría ser largo y muy costoso. Además, prefería un cambio político, pero sin llegar a un cambio en el orden social -mutatis mutandis-, hecho que explicaría, entre otras razones, su prolongada inactividad militar y estrategia defensiva, aunque no de contención.
En octubre de 1822, la Junta Gubernativa designada por el Congreso Peruano contaba con 3953 soldados en el llamado Ejército del Sur ( Medina, 2001, p.132). En mayo de 1823, y ya bajo la presidencia de Riva Agüero, el Ejército del Perú contaba con 5095 y una reserva de 3000 hombres ( Medina, 2001, p.129).
Riva Agüero contaba con 10 000 hombres a fines de mayo de 1823 ( Medina, 2001, p.133). Ya bajo mandato de Bolívar a partir del 1 de septiembre de 1823, el Ejército Unido contaba con 8051 hombres ( Medina, 2001, p.97). En enero de 1824 contaba con 2556 peruanos sin incluir las tropas propiamente bolivarianas, colombianas y venezolanas en su mayoría.
En mayo de 1824 subió a 3240 el Ejército Peruano ( Medina, 2001, pp.130-136). Mientras que el ejército bolivariano y lo que quedaba del argentino (85 plazas) alcanzó la cifra de 4811. Como Ejército Unido se así totalizaba 8051 hombres, número que disminuyó levemente hasta 7966 hombres en agosto de 1824 ( Medina, 2001, pp.136-137).
Estas fluctuaciones en el número de tropas, hecho que también ocurría en el ejército realista, no se debían tanto a muertos en batalla, sino a bajas por múltiples factores. Fueron muy importantes y recurrentes las deserciones, enfermedades y epidemias, que podían causar un 20% de bajas. San Martín refiere que el “ejército patriota diezmado por las enfermedades, no podía poner en línea más de 8500 hombres, y de estos una gran parte reclutas” ( Hall, 1998, p.171).
Las deserciones y sobre todo las enfermedades y epidemias fueron recurrentes ( Sánchez, 2001 ; Lynch, 2009 ). Según la propia Sánchez, de los 5000 hombres con que inicialmente contó San Martín, 3000 enfermaron y morían a razón de 30 y 50 al día ( Sánchez, 2001 ).
En los hechos se produjo un cambio en la demografía del ejército: una deschilenización y “desargentinización”, así como una creciente peruanización y colombianización. Este último hecho tendría repercusiones sobre la opinión pública, ya que una prolongada estadía consumidora de recursos y plagada de inconductas (de tropas y oficiales) generaba sentimientos de ser un “ejército de ocupación” y no un ejército de liberación, como insistía San Martín.
Y su presencia podía ser tan agobiante, costosa y odiosa como la del ejército realista. San Martín ” mucho del mando y sobre todo de sus compañeros de armas que últimamente lo habían abandonado en Lima” ( Bolívar, 1950, pp.259-262). Es probable que se refiera a la calidad de los oficiales, puesto que años después, en carta a Miller, le dirá: “si yo hubiera tenido la felicidad de tener en el ejército que mandaba, solo seis jefes que hubieran reunido las virtudes y conocimientos de usted, yo estoy bien seguro de que la guerra del Perú se habría terminado dos años antes de lo que ha concluido” ( Lynch, 2009, p.269).
No siempre los mejores oficiales tuvieron mando de tropa, hecho que sería corregido en gran medida por acción de Sucre. Buenos Aires prácticamente había dejado a su suerte al Ejército de los Andes a causa de los conflictos internos en la junta porteña y con las provincias del Río de la Plata. A ello se sumó el abandono logístico y financiero, las limitaciones financieras y logísticas de O’Higgins, y los problemas políticos internos; que explican las graves dificultades de San Martín y la búsqueda de auxilio (Rabinovich, 2012).6.
El ejército realista: la relatividad del peso del número y el costo político de la dispersión militar ¿A qué atribuir que la magnitud del “auxilio” militar de Bolívar fuera un tema que encrespara el diálogo entre San Martín y Bolívar, tal como se evidencia en la correspondencia que ambos cursaron a terceras personas? Resulta evidente, al examinar las fuentes, que el tamaño del ejército realista en el Perú generaba preocupaciones tanto en San Martín como en Bolívar.
Por lo tanto, ¿cuál era su tamaño? Pezuela, para septiembre de 1820, contaban con 23 000 hombres, distribuidos en: 6000 (Puno y Alto Perú), 8500 (Cusco, Arequipa, Jauja y Cerro de Pasco), 7000 (Lima, Callao y las costas inmediatas, de los cuales, para julio de 1821, 1000 estaban enfermos) y 1500 (Guayaquil) ( Medina, 2001, pp.115-120).
La cifra de 1500 realistas en Guayaquil es relativa y tal vez fue mayor, porque después de la batalla de Pichincha, ocurrida el 24 de mayo de 1822, Sucre informa del número de bajas: “cuatrocientos cadáveres enemigos y doscientos nuestros, además 190 heridos de los españoles y 140 nuestros y la toma de 1100 prisioneros de tropa 160 oficiales” ( Sucre, 1981, p.69).
- Es decir, los muertos españoles oscilarían entre el 25%-30%, una cifra muy alta.
- Si la cifra de 1500 realistas en Guayaquil fuera real, hubiera significado el aniquilamiento de este frente militar; algo que no se menciona en los testimonios de época y que habría causado honda conmoción en ambos bandos, por la letalidad que podrían ser las batallas venideras; algo inusual en los Andes y solo comparable a las víctimas durante y, sobre todo, después de la derrota de Túpac Amaru II.
Pero en esta ocasión sería diferente, ya que si en aquel entonces la represión fue de españoles, criollos y mestizos contra indios; en esta ocasión podría ser una guerra de aniquilamiento entre españoles, criollos y mestizos a una escala mayor. Sucre no utiliza términos que den cuenta de una derrota devastadora en términos humanos, aunque sí precisa que es el fin de la contienda en Colombia ( Sucre, 1981 ).
Idea esta última que es compartida por Bolívar en carta a San Martín: “Tengo la mayor satisfacción en anunciar a vuestra excelencia que la guerra de Colombia está terminada, que su ejército está pronto a marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen, y muy particularmente a la patria de nuestros vecinos del sur” ( San Martín, 1974-1976, p.156).
De manera comparativa en la batalla de Junín, librada con “arma blanca”; los 4900 realistas tuvieron 250 muertos (5%) y 83 heridos; a diferencia de los patriotas, que presentaron 9000 hombres y tuvieron 45 muertos (0,5%) y 99 heridos. A pesar del bajo porcentaje de bajas, el impacto psicológico y moral en el bando realista fue señalado por el general Canterac: “Nuestra pérdida ha sido de poca consideración en el número de hombres; pero sí ha influido extraordinariamente en el ánimo, particularmente en el de caballería.
- La influencia de la fuga de nuestra caballería, y la superioridad numérica de la infantería enemiga, me obligaron a replegarme” ( Rodríguez, 2017, p.84).
- Para mayo de 1823, La Serna contaba con 14 800 hombres distribuidos de la siguiente manera: Canterac en Jauja con 8000, Monet en Ica con 1000, La Serna en Sicuani con 900, Carratalá en Arequipa con 2000 y Valdéz en Huamanga con 2900 ( Medina, 2001, p.133).
Otras fuentes señalan a 18 000 hombres distribuidos en: 8000 en el norte, 1000 con La Serna en el Cusco, 3000 en el sur en Arequipa con Valdez, 4000 en el Alto Perú con Olañeta, y 2000 como columnas móviles ( Rodríguez, 2017, pp.29-30). Según Fisher, en 1820 “Pezuela contaba 23 000 hombres, “el ejército del Alto Perú” (10 000) comandado por Ramírez, y el “ejército de Lima” de 6000 hombres, bajo el mando del virrey mismo.
- La guarnición del Callao (1000 hombres) y otros destacamentos al norte y al sur de Lima incrementaban las fuerzas a casi 9000 hombres” (2000, p.200).
- Otras fuentes reseñadas por Fisher señalan que: “en febrero de1821, un oficial naval británico estimaba que las fuerzas realistas sumaban 7000 hombres, incluyendo a 2500 europeos después de las deserciones a San Martín (la más conspicua de las cuales fue la del batallón Numancia con 650 hombres” (2000, p.201).
El tamaño de estas “columnas móviles” causaba mucha zozobra, agotamiento de recursos locales, alteraciones en los negocios y disminución del circulante, lo que generaba gran daño a las economías locales y regionales ( Mazzeo, 2009 ). En el balance global, Fisher, basado en otras fuentes, señala que “seis mil de las 33 000 tropas despachadas de España a América entre 1810 y 1818 habían llegado al Perú, la mayoría de ellas en 1815-1818” ( Fisher, 2000, p.201).
Sin embargo, un porcentaje elevado serían criollos que cambiarían de bando. Hecho habitual, y con idas y venidas para ambos bandos, aunque la historiografía nacionalista suele destacar los cambios del bando realista al bando patriota y censurar los pases al bando realista. Ello a todas luces puede ser discutible, pero políticamente legítimo si definimos la guerra de independencia como una guerra civil, tal como lo postulan historiadores de concepciones historiográficas tan diferentes como Jorge Basadre, Tulio Halperín, José A.
de la Puente Candamo o Heraclio Bonilla. Las investigaciones de Marchena y otros autores no dejan la menor duda del alto porcentaje de criollos entre los oficiales venidos desde España ( Albi de La Cuesta, 1990 ; Marchena, 1990, 1992 y 2005 ; Luqui-Lagleyze, 2006 ; Kuethe y Marchena, 2005 ; Semprún, 1999 ; Semprún y Bullón, 1992 ).
Por ejemplo, Luqui-Lagleyze, analizando las fojas de servicios de 364 oficiales, encontró: 129 peninsulares (35,5%), 226 criollos (62%) 5 extranjeros (1,3%) y 4 de otras naciones (3 genoveses y 1 irlandés, 1,2%) (2006). Los realistas en el Perú contaban con generales muy competentes, aunque divididos ideológicamente entre absolutistas y constitucionalistas ( Luqui-Lagleyze, 2006 ), y ya habituados a las inclemencias del clima y la sierra peruana, a diferencia de los oficiales bolivarianos, que venían de combatir en el llano venezolano, la sabana colombiana y una corta guerra en la sierra quiteña.
Consciente de ello, Bolívar no dejó de reiterar en varias cartas la necesidad de entrenar cotidianamente y aclimatar a las tropas en la sierra peruana. Consideraciones finales Las consecuencias de la entrevista de Guayaquil nos permiten deducir que fue un punto de inflexión en el proceso independentista sudamericano por varias razones.
Primero, fue el principio del fin de la etapa sanmartiniana. Segundo, sentó las bases de la etapa bolivariana. Tercero, marcó el declive de la relativa importancia de la elite criolla limeña, que generaba justificada desconfianza, no solo en Bolívar, sino también en Monteagudo, por su falta de determinación y un compromiso activo por la independencia -algo ya señalado por el propio Monteagudo-, lo que lo obligó a medidas drásticas como la masiva deportación de españoles.
En sus memorias señala: Cuando el ejército libertador llegó a las costas del Perú, existían en Lima más de 10 000 españoles distribuidos en todos los rangos de la sociedad Poco antes de mi separación, no llegaban a 600 los que quedaban en la capital.
Esto es hacer una revolución, porque creer que se puede entablar un nuevo orden de cosas con los mismos elementos que se oponen a él es una quimera ( Monteagudo, 1822, p.351). En su defensa, Monteagudo adujo que sus directivas contaron con la aprobación de Torre Tagle: “las órdenes ejecutivas para que saliesen los españoles emanaron del marqués de Trujillo, que era entonces supremo delegado: yo aplaudí y coadyuvé su celo, porque estaba de acuerdo con el mío” ( Mc Evoy, 1996 y 2006 ).
Según Anna, la política de secuestro significó la destrucción económica de 1463 miembros de la clase propietaria limeña ( Anna, 2003 ; Rizo Patrón, 2001 ; Mc Evoy, 2002 ; Ortemberg, 2009 ; O’Phelan, 2017 ). Cuarto, se requería una reestructuración de los diversos ejércitos patriotas existentes (es decir, Ejército del Perú, Ejército de los Andes, Ejército de Chile y Ejército Grancolombiano), y su transformación en un Ejército Unido.
Quinto, asignar mando de tropas en función a capacidades, disciplinar a tropa y oficiales, y mejorar la logística (tarea que sería de responsabilidad de Sucre). Sexto, el fin de las posibilidades monárquicas constitucionales. Y, séptimo, la pérdida de peso relativo de chilenos y “argentinos” en la independencia del Perú y su “peruanización” y colombianización bajo la batuta de Bolívar.
La simplificación del análisis de la independencia como una confrontación entre “patriotas” y “realistas” ha soslayado las diferencias internas en ambos bandos por múltiples razones ( Mazzeo, 2009 ; Pérez, 2015 ). Y ha omitido el análisis de las contradicciones y animosidades entre “argentinos”, chilenos y colombianos; así como las percepciones que generaron tanto en la élite local -limeña y provincial- y los sectores populares; además de los costos políticos y económicos de su prolongada presencia en el Perú ( Lynch, 2009, p.265).
Ello se reflejó en el cambiante clima de la opinión pública desafecta con los españoles, pero no muy afecta con los patriotas, como dan cuenta varios observadores y viajeros extranjeros, especialmente Hall, Mathison y Stevenson, entre julio de 1821 y septiembre de 1822 ( Núñez, 1971 -1973). La entrevista de Guayaquil consagró el hecho de que el centro de gravedad geopolítica y militar ya no era Colombia (a pesar de la estrategia ofensiva de Bolívar), sino el Perú (a pesar de la estrategia defensiva de San Martín).
Y el teatro de operaciones militares ya no sería ni Colombia ni la costa peruana o Lima, sino la sierra. Lo que quedó corroborado con las dos batallas -Junín y Ayacucho-, que definieron no solo la independencia del Perú, sino también la de Sudamérica.
Este cambio del teatro de operaciones convertiría la campaña militar en agotadora de recursos humanos y materiales, para ambos bandos, y su análisis exige pasar de una aproximación macropolítico-militar a lo micropolítico-militar, tal como se plantean en algunas investigaciones recientes que indirectamente ponen de relieve las dimensiones locales y regionales del proceso independentista.
La estrategia continental y subcontinental cedió paso, temporalmente, a consideraciones tácticas locales y regionales, cuyos desenlaces deben más al azar, la necesidad, la contingencia -e incluso la suerte- que a elaborados planes estratégicos ( Basadre, 1973 ; Montoya, s.f,; Hernández, 2008 ).
Es este tipo de enfoque lo que nos puede brindar nuevas interpretaciones de cara al bicentenario de la independencia del Perú, cuya fecha no podrá librarse de la controversia: ¿1821 o 1824?. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Albi, J. (1990). Banderas olvidadas. El ejército realista en América. Instituto de Cooperación Iberoamericana.
Anna, T. (2003). La caída del gobierno español en el Perú. Instituto de Estudios Peruanos. Ayala, E. (Ed.). (2009). Sucre, soldado y estadista. Universidad Andina Simón Bolívar. Basadre, J. (1973). El azar en la historia y sus límites. Con un apéndice: la serie de probabilidades dentro de la emancipación peruana.P.L.
- Villanueva.
- Bolívar, S. (1950).
- Obras completas.3 vols.
- Vicente Lecuna (Comp.).
- Ministerio de Educación Nacional de los Estados Unidos de Venezuela.
- Bragoni, B. (2017).
- El intercambio espistolar entre San Martín y Lafond. En S.
- O’Phelan y G.
- Lomné (Comps.), Viajeros e independencia: la mirada del otro (pp.409-440).
Fondo del Congreso de la República del Perú. Burga, M. (2009). Sucre: soldado de los Andes peruanos”. En E. Ayala (Ed.), Sucre, soldado y estadista (pp.105-119). Universidad Andina Simón Bolívar. Fisher, J. (2000). El Perú Borbónico, 1750-1824. Instituto de Estudios Peruanos.
Hall, B. (1998). El general San Martín en el Perú: extractos del diario escrito en las costas de Chile, Perú y México en los años 1820, 1821 y 1822. Unesco. Hernández, E. (2008). La élite piurana y la independencia del Perú: la lucha por la continuidad en la naciente república (1750-1824). Universidad de Piura, Instituto Riva-Agüero y Pontificia Universidad Católica del Perú.
Kuethe, A.J. y Marchena, J. (Eds.). (2005). Soldados del Rey. El ejército borbónico en América colonial en vísperas de la Independencia. Publicacions de la Universitat Jaume I, Servei de Comunicació i Publicacions. Lastarria, J.V. (1967). Lima en 1850. En A. Tauro del Pino (Comp.), Viajeros en el Perú republicano.
- Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
- Luqui-Lagleyze, J.M. (2006).
- Por el rey, la fe y la patria”.
- El ejército realista del Perú en la independencia sudamericana.1810-1825.
- Ministerio de Defensa, Secretaría General Técnica. Lynch, J. (2010).
- Las revoluciones hispanoamericanas.1808-1826. Ariel. Lynch, J. (2009).
San Martín. Soldado argentino, héroe americano. Crítica. Lynch, J. (2006). Bolívar. Crítica. Marchena, J. (Coord.) (2005). El ejército de América antes de la independencia. Ejército regular y milicias americanas.1750-1815. Hojas de servicio, uniformes y estudio histórico.
- Fundación Mapfre Tavera, DIGIBIS.
- Marchena, J. (1992).
- Ejército y milicias en el mundo colonial americano. Mapfre.
- Marchena, J. (1990).
- The social world of the military in Peru and New Granada: The colonial oligarchies in conflict, 1750-1810. En A.
- Uethe, J.
- Fisher y A.
- McFarlane (Eds.), Reform and insurrection in Bourbon New Granada and Peru.
Louisiana State University Press. Martínez, A. (2013). La entrevista de Guayaquil: introducción y transcripción. Procesos, 37, 127-145. http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/3477/1/08-DOC-Martinez.pdf, Mazzeo, C. (2009). Los nudos de la desunión: conflictos y divergencias en la dirigencia del ejército realista durante la emancipación del Perú, 1810-1824.
- Revista de Indias, 69(247), 105-136.
- Mc Evoy, C. (2006).
- De la comunidad retórica al Estado-Nación: Bernardo Monteagudo y los dilemas del republicanismo en “América del Sud”, 1811-1822. En J. Nun y A.
- Grimson (Comps.), Convivencia y buen gobierno.
- Nación, nacionalismo y democracia en América Latina. Edhasa.
Mc Evoy, C. (2002). “Seríamos excelentes vasallos y nunca ciudadanos”: Prensa republicana y cambio social en Lima, 1791-1822. En I. Jaksic (Ed.), The political power of the word. Press and oratory in nineteenth-century Latin America. Institute of Latin American Studies.
- Mc Evoy, C. (1996).
- El motín de las palabras: la caída de Bernardo Monteagudo y la forja de la cultura política limeña (1821-1822).
- Boletín del Instituto Riva-Agüero, 23, 89-139.
- Medina, L. (2001).
- El Ejército y la culminación de la lucha por la independencia del Perú y América.
- En Compendio de la historia general del Ejército Peruano.3000 años de historia.
Ejército del Perú. Mitre, B. (1980). Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Monteagudo, B. (2009). Escritos políticos. Biblioteca Emecé Bicentenario. Monteagudo, B. (1823). Memoria sobre los principios políticos que segui en la administración del Perú y acontecimientos posteriores a mi separación.
- Imprenta Nacional.
- Monteagudo, B. (1822).
- Esposición de las tareas administrativas del gobierno desde su instalación hasta el 15 de julio de 1822.
- Imprenta de D.
- Manuel del Río.
- Montoya, G. (s.f.).
- En busca de la nación y las otras independencias.
- Voces, imágenes, sueños y pesadillas entre la plebe andina 1812-1824.
https://www.facebook.com/notes/creciendo-con-la-historia/en-buscade-la-nacion-apuntes-sobre-la-plebe-andina-republicana-y-la-independenc/343519519334893/, Montoya, G. (2002). La independencia del Perú y el fantasma de la revolución Instituto Francés de Estudios Andinos e Instituto de Estudios Peruanos.
Montoya, G. (2001). Pensamiento político de Bernardo Monteagudo: entre el autoritarismo y la democracia. Investigaciones Sociales, 5, 81-111. Morán, D. y Rivera, M. (2021). Libertadoras en tiempos de revolución. La participación de las mujeres en la Independencia del Perú y América Latina. Desde El Sur, 13(1), e0013.
https://doi.org/10.21142/DES-1301-20210013. Núñez, E. (1971-1973). Relaciones de viajeros.4 vols. Colección Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. O’Phelan, S. (2017). Campaña antipeninsular y exilio en la independencia del Perú: El testimonio de los viajeros.
En S. O’Phelan y G. Lomné (Comps.), Viajeros e independencia: la mirada del otro, Fondo del Congreso de la República del Perú. Ortemberg, P. (2009). El odio a Bernardo Monteagudo como impulsor del primer gobierno autónomo del Perú. En C. Rosas Lauro (Ed.), El odio y el perdón en el Perú. Siglos VXI al XXI. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Paredes, M. y Jorge, G. (2015). San Martín y Bolívar en Guayaquil. Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil. Pérez, J. (2015). Repensando la independencia. Una precisión conceptual y algunas incisiones. Ponencia en el VI Congreso Hacia el Bicentenario de la Independencia, 24-25 de septiembre del 2015.
- Vicerrectorado de Investigación, Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
- Quiroz, F. (2009).
- Criollos limeños: entre el fidelismo y la separación. En J.
- Orrego, C.
- Aljovín y J.
- López (Comps.), Las independencias desde la perspectiva de los actores sociales.
- Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Pontificia Universidad Católica del Perú.
Rizo, P. (2001). Las emigraciones de los súbditos realistas del Perú hacia España durante la crisis de la Independencia. En S. O’Phelan (Ed.), La independencia del Perú. De los Borbones a Bolívar. Instituto Riva-Agüero y Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
- Rodríguez, C. (2017).
- Las últimas banderas.
- Rodil, el Callao y las últimas batallas por la independencia del Perú (1824-1826).
- Http://cybertesis.unmsm.edu.pe/bitstream/handle/cybertesis/5829/Rodriguez_ac.pdf?sequence=2&isAllowed=y, Sáenz, M.
- Y Bolívar, S. (2010).
- Las más hermosas cartas de amor entre Manuel y Simón acompañadas de los diarios de Quito y Paita, así como otros documentos.
Ediciones de la Presidencia de la República. San Martín, J. (1974-1976). Obra gubernativa y epistolario de San Martín. En Colección documental de la independencia del Perú (CDIP), XIII. Obra de gobierno y epistolario de San Martín. Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.
San Martín, J. (1950). San Martín: su correspondencia (1823-1850). Assandri. Sánchez Carrión, J.F. (1974). Los ideólogos. Vol.9. En A. Tamayo y C. Pacheco (Comp.), Colección Documental de la Independencia del Perú (CDIP). Colección Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. San Martín Vásquez, J.
(2020). La participación de José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete en el proceso de la independencia del Perú vista a través de sus memorias. Desde el Sur, 12(1), 37-55. https://doi.org/10.21142/DES1301-2021-0013. Sánchez, S. (2001). Clima, hambre y enfermedad en Lima durante la guerra independentista (1817-1826).
- En S. O’Phelan (Comp.), La independencia del Perú.
- De los Borbones a Bolívar,
- Instituto Riva-Agüero y Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
- Semprún, J.
- Y Bullón, A. (1992).
- El ejército realista en la independencia americana. Mapfre.
- Semprún, J. (1999).
- Capitanes y virreyes.
- El esfuerzo bélico realista en la contienda de la emancipación de Hispanoamérica.
Colección Adalid. Sucre, A.J. (1981). De mi propia mano. Biblioteca Ayacucho. Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons
¿Quién ayudo a San Martín en Perú?
1820 San Martín invade Perú por el mar En 1817, San Martín y los revolucionarios independentistas habían tomado Santiago; sin embargo, los realistas aún controlaban el sur del país. Durante los siguientes tres años, las fuerzas de San Martín y O ‘Higgin lucharían contra las tropas realistas españolas.
Al mismo tiempo, San Martín y O’Higgins comenzaron a adquirir naves en preparación para un ataque naval contra Perú. La necesidad de una flota naval era clara, ya que el primer gobierno independiente en Chile había sido derrocado por una invasión naval que trajo tropas realistas desde Perú. Así, los patriotas construyeron su propia flota naval, tanto para asegurar a Chile, como también en preparación para su propia invasión al Perú.
Algunos de la embarcaciones fueron capturadas por los españoles y otras fueron traídass desde Estados Unidos y Gran Bretaña, que también proporcionaron oficiales navales, como el escocés Lord Thomas Alexander Cochrane, quien iba a resultar fundamental para reprimir a los realistas españoles en el sur. Álvaro Casanova Zenteno 1928 La Primera Escuadra Nacional de Chile Una de las estrategias navales empleadas por los patriotas consistía en reducir el comercio peruano y, de esta manera, debilitar su fortaleza económica, al tomar buques mercantes. Los patriotas incentivaron a los marineros al permitirles conservar los barcos y cargamentos que capturaron.
Esto mantuvo la moral alta y proporcionó un golpe financiero prolongado al Perú. Este ataque al comercio fue una táctica utilizada frecuentemente por los británicos. San Martín se convirtió en comandante en jefe del ejército, que continuaría tratar de liberar al Perú. Fue totalmente apoyado por O’Higgins, y en 1820 la flota naval de San Martín zarpó hacia Perú.
Lord Cochrane había asaltado una instalación naval española en el sur de Chile, asegurando de esta manera que hubiera poco peligro de que el enemigo atacara desde el sur. Los luchadores por la independencia pudieron tomar Lima, pero la Sierra demostró ser un bastión realista.
¿Quién traicionó al Perú en la guerra con Chile?
La revolución contra Pezet – Mariano Ignacio Prado, dictador en 1866. El 28 de febrero de 1865, el coronel Prado inició una revolución en Arequipa en contra del gobierno del general Juan Antonio Pezet por la firma del Tratado Vivanco-Pareja, considerado como una muestra de debilidad frente a las pretensiones de la Escuadra Española del Pacífico.
Esta revolución adoptó el nombre de «restauradora» y sus fuerzas, el «Ejército Restaurador». Prado marchó hacia el Cuzco y a Ayacucho a fin de dominar todo el sur peruano, preparándose para la toma de la capital, Lima, Simultáneamente, en Chiclayo (norte del Perú), se sublevó el coronel José Balta, convergiendo igualmente su movimiento revolucionario hacia Lima.
El 25 de abril de 1865, Prado se proclamó Jefe Supremo Provisorio. Pero los demás revolucionarios invocaron el respeto a la constitucionalidad y por eso pidieron al segundo vicepresidente del gobierno de Pezet, general Pedro Diez Canseco, que asumiera la presidencia.
- Este aceptó, y se dirigió a Ayacucho, adonde llegó el 24 de junio.
- Prado lo recibió y le cedió el mando político, conservando para sí la presidencia del gabinete, el ministerio de Guerra y la jefatura militar.
- Rechazó, sin embargo, el grado de general.
- A fines de septiembre de ese mismo año se reunieron en Chincha (sur de Lima) los dos ejércitos revolucionarios, el de Balta y el de Prado, que sumaban en total 10 000 hombres.
Allí recibieron el apoyo del gobierno de Chile, porque esta nación ya se encontraba en guerra contra España, a raíz de un pliego de reclamos presentado por el almirante español José Manuel Pareja al gobierno de Chile por supuestos agravios inferidos a España.
El gobierno chileno declaró la guerra a España el 24 de septiembre, y para aunar esfuerzos con los peruanos, envió al campamento revolucionario a Benjamín Vicuña Mackenna como su representante. El 22 de octubre, el «Ejército Restaurador» marchó sobre Lima. El día 27 llegó a Chilca y luego a Lurín, donde acamparon.
Prado ingresó por Chorrillos, llegó hasta el pie de las viejas murallas e ingresó por la Portada de Guadalupe (hoy primeras cuadras de Paseo de la República ). La defensa de Lima fue muy débil. El Palacio de Gobierno cayó después de un violento combate de seis horas.
¿Que le quitó Perú a Bolivia?
Después de todo, los bolivianos ya contaban con un trozo de costa a menos de 20 minutos en automóvil, una franja de cinco kilómetros de largo y menos de un kilómetro de ancho que Perú le cedió al país vecino en 1992 por 99 años: Bolivia Mar.
¿Quién gana en guerra Perú o Bolivia?
República Peruana | República de Bolivia |
/td>
Agustín Gamarra † Manuel de Mendiburu Juan Buendía José María Lavayén Justo Arias y Aragüez José Rosa Ara Miguel de San Román | José Ballivián Eusebio Guilarte Vera Jorge Córdova Narciso Campero Manuel Rodríguez Magariños Bernardo Rojas José María García † José Miguel de Velasco |
/td>
7000 – 9000 | 6800 – 7700 |
/td>
La Guerra entre Perú y Bolivia, denominada también como Guerra peruano-boliviana, fue un enfrentamiento bélico entre Perú y Bolivia en los años 1841 y 1842. En 1841, Agustín Gamarra, presidente del Perú, intenta anexar Bolivia (la ex Audiencia de Charcas colonial), lo que costó la vida al presidente peruano el 18 de noviembre de 1841.
¿Por qué Chile perdió la Patagonia?
ABSTRACT Through schools, newspapers, and military quarters from Argentina and Chile, it is taught that the neighbor country is always the expansionist and lands robber one. To argentinians, all lands to the south of the Bío-Bío belonged to Río de la Platas Viceroyalty, and therefore, they should be now argentinian; to chileans, the Patagonia/would have been owned by Chile until the 1881s Treaty, which Chile/would have signed under pressure, since the Pacific War was taking place at that moment.
- This article shows that both positions are untrue, since some documents, antecedents and royal dispositions havent been taken into consideration by these two countries; antecedents showing new information which supports the opponent positions.
- Serious mistakes are described and explained through new documentary evidence, mistakes which are already standardized in both, argentinians and chileans historiography.
Las relaciones diplomáticas entre Argentina y Chile se han desarrollado durante muchos años sobre ciertas desconfianzas mutuas porque en cada país se ha enseñado la historia presentando al vecino como expansionista y sustractor de territorio. Y ello ha pasado de los mapas al manual, de allí a la escuela y la prensa, y finalmente a los pasillos de las cancillerías y embajadas.
- Un buen ejemplo de estos desencuentros se reflejó en la Embajada Argentina en Santiago, el 6 de agosto de 1970, en víspera de las elecciones presidenciales en Chile.
- El embajador Javier Gallac invitó al candidato de la Democracia Cristiana, Radomiro Tomic.
- Se conversó sobre varios temas, incluyendo los asuntos limítrofes.
Tomic señaló al respecto: “En esta cuestión de límites existe siempre una gran sensibilidad y así como consecuencia de la Guerra del Pacífico -y de esto hace ya cien años- se mantiene en Perú y Bolivia una sensibilidad muy especial que nosotros los chilenos no podemos comprender, porque consideramos historia ya terminada.
Usted, señor Embajador, habla con mentalidad de país vencedor; hemos tenido conflictos, aunque felizmente nunca hemos llegado a la violencia, y al vencedor siempre le es más fácil olvidar lo ocurrido que al vencido. En Chile usted va a encontrar mucha gente que piensa que hubo cancilleres y embajadores que no hicieron valer los derechos del país, que por eso perdimos la Patagonia”.
El embajador argentino escuchó atentamente estas palabras pero no pudo comprender muy bien de qué le hablaban. No conocía la Historia de Chile. No estaba enterado que Tomic estaba transmitiendo el pensamiento estandarizado en todas las escuelas y universidades chilenas.
Al contrario, las ideas que Gallac tenía en la cabeza, aprendidas también en el aula, pero de escuelas argentinas, eran exactamente inversas. Se apuró entonces a responder de acuerdo al lenguaje diplomático, y señaló que: “La coincidencia en esta materia era muy difícil de lograr, pues también del otro lado de los Andes había argentinos que pensaban que habían tenido embajadores flojos y cancillerías poco hábiles frente a una política activa, inteligente y coherente por parte de Chile con relación a los problemas limítrofes” 1,
Este diálogo, en su esencia, se ha reproducido numerosas veces en las relaciones bilaterales, no solo en el campo diplomático, sino también en el campo empresario, académico, profesional, militar, entre otros. Ello es así porque se ha estandarizado, en Argentina y Chile, una percepción del país vecino como expansionista y sustractor de territorio.
- Cada día, millones de niños argentinos y chilenos estudian en la escuela con mapas históricos según los cuales la nación trasandina ha despojado al propio país de centenares de miles de kilómetros cuadrados de territorio.
- La causa de este despojo se encontraría en una cancillería entreguista, en una política exterior claudicante y en un vecino voraz y ambicioso.
Estas tesis no están restringidas a los historiadores militares, tan proclives a mostrar amenazas inminentes en los países vecinos para justificar sus reclamos de mayor presupuesto y carreras armamentistas. En efecto, estos mapas son publicados por los más prestigiosos historiadores actuales de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de Chile.
También circulan en los manuales escolares de nivel básico y medio, avalados por los Institutos Geográficos Militares de Argentina y Chile y por los respectivos Ministerios de Educación. Además, han sido difundidos por las más prestigiosas editoriales de ambos países, como Editorial Sudamericana, en la Argentina, y la Editorial Universitaria, dependiente de la Universidad de Chile.
Los mapas y manuales argentinos aseguran que, hasta 1810, todo el actual sur de Chile pertenecía al Virreinato del Río de la Plata. Ello incluye los territorios ubicados al sur del río Biobío, incluyendo la Araucanía, la ciudad de Valvidia, la isla de Chiloé, todo el Estrecho de Magallanes y la Patagonia chilena.
De acuerdo al Tratado de 1856, que estableció el principio de Uti Possidetis Iuris, todos estos espacios debían pertenecer a la Argentina. Sin embargo, Chile desarrolló una política fuertemente expansionista, con un hito clave en la fundación del Fuerte Bulnes (1843), lo cual le permitió apropiarse de territorios que no le correspondían.
Por su parte, los mapas y textos chilenos señalan que, hasta 1810, toda la actual Patagonia argentina pertenecía al Reyno de Chile. Aseguran que la frontera pasaba por los ríos Diamante (en el centro de la provincia de Mendoza), y por el río Negro. De acuerdo al Tratado de 1856, que estableció el principio de Uti Possidetis Iuris, todos estos espacios debían pertenecer a Chile.
- Sin embargo, Argentina desarrolló una política fuertemente expansionista que se reflejó en la Campaña al Desierto del general Roca.
- El golpe de gracia se produjo en el Tratado de 1881, cuando la Chile debió comprar la neutralidad argentina en la Guerra del Pacífico a un costo de 1.000.000 de kilómetros cuadrados.
Chile debió cederle la Patagonia a la Argentina para evitar que esta se aliara con Bolivia y Perú. Tras confrontar las dos premisas anteriores se llega a una conclusión clara: alguien miente entre los historiadores del Cono Sur. O mienten los chilenos o mienten los argentinos.
- Pero es imposible que ambos digan la verdad.
- Tenemos entonces un problema, porque existen afirmaciones falsas que se han difundido masivamente en ambos países.
- Esta irregularidad fue detectada por los gobiernos nacionales de Argentina y Chile, que convocaron a historiadores de Buenos Aires y Santiago para efectuar una revisión de los textos escolares, liderados por Luis Alberto Romero, Hilda Sábato y José Antonio Garretón.
Durante varios años los colegas trabajaron para tratar de resolver el problema. Finalmente, lograron algunos avances. Concluyeron que lo ideal es no mencionar los temas territoriales en los manuales escolares, pues por ese camino no se podrían conciliar los enfoques de las tradiciones historiográficas de cada país.
- La propuesta de Romero y Garretón es interesante.
- Efectivamente, casi la totalidad de los espacios que los manuales escolares dedican al país vecino, se restringe a las cuestiones territoriales y limítrofes.
- Sería muy conveniente dedicar ese espacio a otros temas comunes, como la historia del Ferrocarril Trasandino, los flujos migratorios, las redes de intelectuales y escritores, el intercambio comercial, las carreteras, los fenómenos deportivos y otros temas.
De todos modos, los estudios mencionados no han logrado resolver la cuestión de fondo. ¿Quién miente y por qué en la cuestión de los mapas y la evolución histórica de la frontera? Evidentemente, para resolver un problema de esta envergadura era necesario realizar una investigación profunda que tienda a resolver los siguientes puntos: Primero: cuáles eran los límites administrativos dispuestos por la Corona española entre el Virreinato del Río de la Plata y el Reino de Chile en vísperas de 1810.
- Ello implicaba cruzar los documentos reivindicados por la cancillería chilena con las fuentes esgrimidas por el gobierno argentino en los debates territoriales.
- En este sentido había que superar las tendencias parciales de cada país, cuyos intelectuales procuraban minimizar los argumentos del otro, y enfatizar los propios.
Segundo: una vez detectado el mapa definido por el Rey antes de 1810, es necesario estudiar el proceso de deformación de los mapas. Hay que examinar qué historiador chileno inventó el mapa que atribuye a su país derechos sobre toda la Patagonia, y viceversa del lado argentino.
- En resumidas cuentas, el objetivo del trabajo es describir y explicar el proceso por el cual se construyó en Argentina y en Chile una imagen distorsionada del país vecino, propuesta que luego se estandarizó a través de la escuela y la prensa.
- Una vez alcanzado este objetivo, el paso siguiente es elaborar una propuesta superadora que se ajuste más a la verdad histórica y permita emplear el mismo mapa en los manuales escolares de ambos países.
La realización de esta tarea tiene un serio obstáculo: ¿cómo lograr un resultado imparcial? En efecto, si el trabajo lo realiza un investigador argentino, dentro de una universidad argentina, dirigido y evaluado por historiadores argentinos, puede ser acusado de priorizar los intereses de su país.
Y a la inversa si la tarea la realiza un historiador chileno dentro de Chile. Para superar esta dicotomía, se encargó este trabajo a un investigador argentino, profesor titular de una universidad argentina e investigador del CONICET. Con estos antecedentes, el autor se instaló tres años en Chile y realizó una tesis doctoral en la Universidad de Santiago, dirigida por el profesor chileno Joaquín Fermandois, profesor titular de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
La tesis fue evaluada por un tribunal compuesto por un inglés y tres chilenos: el doctor Ian Thomson (CEPAL); la doctora Carmen Norambuena Carrasco, directora del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago; el doctor Iván Witker, director de la Mención Relaciones Internacionales del Doctorado de dicha universidad y funcionario del Ministerio del Interior del Gobierno de Chile, y el mencionado doctor Fermandois.
La tesis fue aprobada por unanimidad, y en el momento de comunicar su resultado, el decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago señaló que la misma “marca un hito en nuestra historia nacional”. Además, adelantó que la citada facultad se iba a ocupar de la publicación de dicha tesis, compromiso que se cumplirá tal vez hacia fines de este año 2,
La tesis demostró que el Tratado de Límites firmado por Argentina y Chile en 1881 y los tratados posteriores (incluyendo el laudo del Beagle) se ajustaron al principio de Uti Possidetis Iuris de 1810. Es decir, respetó las divisiones administrativas dispuestas por la Corona española entre el Virreinato del Río de la Plata y el Reino de Chile.
- Argentina poseía la Patagonia en la época colonial y Chile poseía la Araucanía, Valdivia, Chiloé, el Estrecho de Magallanes, el Beagle y el Cabo de Hornos.
- Por lo tanto, ni Argentina ha despojado a Chile de territorio ni viceversa.
- Por razones de espacio, es imposible comprimir una tesis de 400 páginas en un artículo como el presente.
Pero se pueden seleccionar los aspectos más relevantes para el público de cada publicación. El autor ha elaborado un informe para publicar en Argentina, en el cual se dé a conocer aquellos aspectos que la historiografía chilena no ha considerado, para demostrar los errores de los mapas que actualmente circulan en ese país.
- Y a la vez, en el presente escrito, nos proponemos dar a conocer en Chile los fundamentos que muestran las falencias de los mapas que hoy circulan en los manuales chilenos.1.
- LOS MAPAS ESTANDARIZADOS Y SUS FUNDAMENTOS Los mapas que actualmente se han estandarizado en los manuales de Historia de Chile, explican la evolución territorial de ese país en una serie de documentos.
Como punto de partida, los historiadores chilenos consideran las Reales Cédulas de 1554, 1555 y 1558, por las cuales la Corona española dispuso que la Gobernación de Chile se extendía del desierto de Atacama hasta el Estrecho de Magallanes, con un ancho de cien leguas desde el Pacífico hacia el este.
- Ese era el territorio original.
- Posteriormente, la Corona española separó de Chile la Gobernación de Tucumán, mediante Real Cédula de 1563; más tarde, el rey Carlos III hizo lo mismo con Cuyo, que fue incorporado al Virreinato del Río de la Plata en 1776.
- Pero, de acuerdo a la tradición historiográfica chilena, la Corona nunca separó la Patagonia del Reyno de Chile.
Por ende, hacia 1810, este territorio todavía pertenecía a la Capitanía General y, por ende, fue heredado por la República de Chile. Esta es la lectura compartida por todos los historiadores chilenos de la segunda mitad del siglo XX, incluyendo Francisco Antonio Encina, Jaime Eyzaguirre y Sergio Villalobos.
Institucionalmente, esta tesis es compartida por los colegas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, de la Universidad de Chile y la Universidad de Santiago. Del lado argentino, la tradición historiográfica considera otros documentos. Los más importantes son las reales cédulas por las cuales se implantó el sistema de intendencias en el Reino de Chile (1786), que quedó dividido en dos intendencias: la de Santiago y la de Concepción.
La primera se extendía del desierto de Atacama hasta el río Maule y desde la cordillera al Pacífico. La segunda se prolongaba del Maule hasta la Araucanía, desde la cordillera al Pacífico. Estas disposiciones habrían dejado sin efecto las reales cédulas de mediados del siglo XVI.
Además, al no existir la res nullius (tierra de nadie), todos los territorios del Biobío hacia el sur debían pertenecer el Virreinato del Río de la Plata hacia 1810. Y por lo tanto, les correspondía a su heredero histórico, es decir, la República Argentina. Con estos criterios se han elaborado todos los mapas que circulan en los manuales de las escuelas argentinas en las últimas décadas.
Autores como Diego Luis Molinari, Elena Chioza, Daniel Santamaría, Randel, Enrique Tandeter y Juan Suriano han aprobado, legitimado y difundido mapas con estos contenidos, a través de numerosas obras difundidas a través de EUDEBA, el Centro Editor de América Latina y Editorial Sudamericana, por dar algunos ejemplos.
- Además estos mapas circulan en numerosos manuales escolares, con el aval del Instituto Geográfico Militar y del Ministerio de Educación de la Nación.2.
- LOS DOCUMENTOS HISTÓRICOS QUE LOS CARTÓGRAFOS NO TUVIERON EN CUENTA Tanto los historiadores argentinos como chilenos, al diseñar los mapas señalados, omitieron la consideración de documentos fundamentales de la época colonial.
Al no conocer esta información, los colegas se vieron empujados a incurrir en inexactitudes que luego se estandarizaron en sus respectivos países. La tradición historiográfica chilena no tomó conocimiento de la Real Cédula de 1570, por la cual la Corona prolongó el límite austral de la Gobernación de Buenos Aires, del paralelo 37º al paralelo 49º.
Esta Real Cédula no fue conocida por José Miguel de Amunátegui, en su monumental obra de 1880. Al no conocerla, construyó de buena fe su tesis, conforme a la cual, sobre el filo de la Revolución de 1810, se hallaban perfectamente en vigencia los derechos del Reino de Chile sobre la totalidad de la Patagonia.
Por otra parte, ni los historiadores argentinos ni los chilenos han considerado completo el Corpus Documental Intendencial, a través del cual se produjo el asentamiento del sistema de intendencias en el Reino de Chile. Como hemos señalado antes, la Corona creó las intendencias de Santiago y Concepción, mediante documentos conocidos por todos los historiadores.
Pero lo que pocos han tenido en cuenta es que además de esas dos intendencias, la Corona creó también la intendencia de Chiloé, que iba de la Araucanía hasta el Cabo de Hornos, de la cordillera al Pacífico.1. La Real Cédula que Amunátegui no conoció La Corona generó, a favor de Juan Ortiz de Zárate, uno de los documentos más importantes de la historia de las jurisdicciones del sur de América.
Este documento fue desconocido por el principal estudioso chileno de la historia de las jurisdicciones territoriales con Argentina, Miguel Luis Amunátegui, lo cual desató una serie de problemas para interpretar la voluntad del Rey en torno a este delicado tema.
- La accidentada trayectoria de los protagonistas de este título guarda relación con las dificultades que hubo en el siglo XIX para considerarlo.
- Conviene, por lo tanto, examinar los aspectos principales de la agitada trayectoria de este conquistador y su círculo más próximo, para poder, luego, comprender las vicisitudes que se desencadenaron con sus títulos.
El beneficiario de la Real Cédula de 1570, Juan Ortiz de Zárate, nació en Vizcaya, en el seno de una familia poderosa de la España del siglo XVI. Participó en la conquista del Perú, donde tuvo una destacada actuación. Logró hacer una buena posición socioeconómica y una familia expectante, especialmente con el nacimiento de su hija, Juana Ortiz de Zárate (1553-1584), que tendría un inesperado papel en esta historia.
En el Alto Perú las vidas de ambos se cruzaron con la de Juan de Garay, otro personaje clave de esta agitada historia, el cual merece una digresión. Juan de Garay (1528-1583) había nacido en España, en el seno de una familia de relativamente baja extracción social. Su suerte cambió cuando resolvió viajar a América con su tío Pedro de Zárate, miembro de la comitiva del virrey del Perú, Blasco Núñez de Vela (1544).
Garay desplegó una activa labor en ese virreinato, donde logró construir una posición destacada para una persona de sus orígenes. Consiguió una satisfactoria inserción en Santa Cruz de la Sierra. Además, adquirió amplios conocimientos geográficos de la región debido a su participación en las expediciones que se realizaron por el actual noroeste argentino (1549-1550).
- En estas empresas fue cofundador de la ciudad del Barco, posteriormente llamada Santiago del Estero.
- Garay ya se perfilaba como un caudillo expectante.
- En el Alto Perú estableció estrechos lazos con su pariente Juan Ortiz de Zárate, quien ya figuraba como encomendero importante de Charcas.
- Después Garay viajó a Asunción del Paraguay (1568).
Allí fue nombrado alguacil mayor. El gobernador le encargó realizar varias expediciones hacia el sur, con vistas a asegurar el control de la cuenca del Plata. En uno de estos viajes, Garay fundó la ciudad de Santa Fe (1573) y comenzó los preparativos para volver a fundar Buenos Aires 3,
- Mientras tanto, Ortiz de Zárate también realizaba una carrera ascendente.
- Como reconocimiento a los servicios prestados, el virrey del Perú lo nombró adelantado del Río de la Plata (1567).
- A esta altura, su situación era la inversa a la de Rasquin: este había conseguido un título más importante, pues lo había emitido el Rey.
Pero Ortiz de Zárate tenía la ventaja de hallarse ya en tierras americanas, por lo tanto, estaba más cerca de su gobernación. De todos modos, había una situación ambigua, y Ortiz de Zárate necesitaba que la Corona le confirmase el título que le había concedido el virrey del Perú.
- Tras una serie de gestiones, Ortiz de Zárate dejó a su hija en el Alto Perú y viajó a España.
- Allí logró finalmente la capitulación de julio de 1569, por la cual el Rey lo nombraba como adelantado con prácticamente la misma jurisdicción que Pedro de Mendoza, Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Domingo de Irala 4,
El significado de la Real Cédula del 1 de junio de 1570 fue desplazar la frontera austral de la Gobernación del Río de la Plata, del meridiano 36° 57 al 48° 21 15 de latitud sur. Es decir, ante la vacancia del territorio otorgado originalmente a Simón de Alcazaba (1534) y Francisco de Camargo (1539), la Corona española tomaba la decisión de confiar el mismo al único polo poblacional que exhibía capacidad para consolidarse en el Atlántico Sur.
- En el documento de 1570, el rey de España no entregaba a la gobernación de Buenos Aires todo el territorio que originalmente había cedido a Alcazaba y Toledo.
- Este había recibido todo el espacio, entre los paralelos 37° y 48°, de océano a océano.
- En cambio, en la Real Cédula de 1570 solo se menciona el Atlántico, pero se hace silencio con respecto al litoral Pacífico, actitud coherente con los títulos que la Corona había emitido a favor de la Gobernación de Chile en 1554, 1555 y 1558.
Al conseguir las Reales Cédulas de 1569 y 1570, Ortiz de Zárate quedaba en condiciones de asumir una gobernación de creciente importancia en las Indias. De todos modos, tenía que organizar la expedición y ello no iba a resultar muy fácil. Esta recién estuvo lista en septiembre de 1572.
- El viaje al Atlántico Sur estuvo plagado de problemas, con varios naufragios y muertes.
- Por fin, en 1574 llegó al Río de la Plata.
- En la isla Martín García se encontró con su antiguo amigo, Juan de Garay, entonces enviado por el gobierno de Asunción para buscar un lugar apto para fundar una ciudad sobre el Atlántico.
De este encuentro nació un estrecho lazo entre Ortiz de Zárate y Garay. Aquel inició su marcha hacia el norte, guiado por este. En las costas del actual Uruguay, Ortiz de Zárate fundó la colonia de San Salvador (30 de mayo de 1574), asentamiento de efímera existencia.
Luego remontó el río Paraná, y llegó a la ciudad de Asunción, donde asumió sus funciones como Gobernador del Río de la Plata. Allí procuró cumplir con sus compromisos ante el Rey. Pero su quebrantada salud limitó sus posibilidades. Consciente de la cercanía de su muerte, Ortiz de Zárate elaboró un testamento en el cual reivindicaba a su hija, Juana Ortiz de Zárate, y establecía que su esposo sería el heredero de sus derechos, lo cual estaba previsto en las capitulaciones del rey Felipe II, pues el privilegio fue otorgado por dos generaciones.
Por otra parte, su hombre de confianza, Juan de Garay, fue nombrado tutor de su hija 5, Tras el fallecimiento de Juan Ortiz de Zárate (1576), Juan de Garay se dirigió a Charcas para informar de los acontecimientos a la hija de aquel, Juana Ortiz de Zárate.
Ella se había casado ya con Juan Torres de Vera y Aragón, oidor de la Audiencia local. Una vez enterado de las novedades, Vera y Aragón reclamó sus derechos como Gobernador del Río de la Plata. Para legitimarse resolvió viajar a España y obtener allí una confirmación real. Mientras tanto designó a Juan de Garay como Gobernador provisorio del Río de la Plata, cargo que desempeñaría en su nombre durante varios años (1578-1583) 6,
Desde el punto de vista jurídico, las capitulaciones del rey Felipe II, por las cuales había extendido la jurisdicción de la Gobernación del Río de la Plata otras 200 leguas hacia el sur, desde el paralelo 36° al 48°, tenían una duración de dos generaciones; Ortiz de Zárate había fallecido, dejando la tarea a medias.
Quedaba en manos de su sucesor legal, Vera y Aragón, cumplir su parte del contrato. En caso de no hacerlo, los títulos entrarían en una zona gris y se debilitarían jurídicamente. De allí entonces la importancia de su gestión. Vera y Aragón era consciente de su carrera contra el tiempo. Pero se hallaba ante enormes dificultades que retrasaban su misión 7,
Mientras tanto, Juan de Garay tenía que gobernar en su nombre la amplia región del Río de la Plata. La situación de Juan de Garay en la Gobernación del Río de la Plata, con sede en Asunción, era bastante precaria debido al carácter provisorio de su título, la prolongada ausencia del titular Vera y Aragón y las intrigas del virrey Toledo.
- Además, Juan de Garay se encontró con un rival inesperado en el territorio.
- Gerónimo de Cabrera venía de fundar Córdoba y de allí dirigió su mirada hacia el este, para asentarse en el Atlántico.
- Cuando Juan de Garay procuró refundar una ciudad en el río de la Plata, se encontró con la expedición de Cabrera, que apuntaba al mismo objetivo.
Para evitar una confrontación directa, se resolvió trasladar el pleito a la Corona. A pesar de un panorama tan desalentador, Juan de Garay se abrió paso entre las dificultades. Organizó una expedición de grandes dimensiones para la época. Llevaba 1.000 caballos, 500 cabezas de ganado y 74 jefes de familia para fundar la ciudad de Buenos Aires por segunda vez (1580) 8,
En el acta fundacional, Garay señaló explícitamente que actuaba en el marco de los derechos que el Rey le había dado a Ortiz de Zárate. El documento dice textualmente que el acto se realizó: “conforme i al tenor de sus reales provisiones i capitulacion dadas i hechas con el mui ilustre adelantado Juan Ortiz de Zárate, difunto, su antecesor, i por virtud de la cláusula de su testamento i disposición por lo cual le sostituyó i eligió por sucesor, según que todo mas largamente por las dichas escrituras consta, a que me refiero, digo que, en cumplimiento de lo capitulado i asentado con su Majestad por el dicho señor adelantado Juan Ortiz de Zárate, i en lugar del dicho adelantado Juan de Torres de Vera i Aragon, nuestro señor”.9 Más adelante, el documento agrega que Juan de Garay: “en lugar del señor adelantado, el licenciado Juan de Torres de Vera i Aragon, en cumplimiento de lo capitulado con su antecesor, tomaba e tomó posesión de la dicha ciudad, e de todas estas provincias, leste oeste, norte i sur, en vis i en nombre de todas las tierras le fueron concedidas por Su Majestad en su adelantamiento a su antecesor” 10,
Nótese que Juan de Garay mencionó en varias oportunidades que actuaba de acuerdo a los derechos otorgados por el Rey a Ortiz de Zárate. En otras palabras, Garay estaba tomando posesión de las tierras que el Rey concedió a la Gobernación del Río de la Plata en la Real Cédula de 1570.
- Posteriormente se verificaron otros actos en esta misma dirección.
- En 1581 el mismo Juan de Garay realizó una expedición para reconocer las costas desde allí hacia el sur, hasta llegar al sitio donde actualmente se encuentra Mar del Plata.
- Con este emprendimiento, Juan de Garay lograba coronar una fecunda gestión, pues participó en la fundación de tres ciudades argentinas (Santiago del Estero, Santa Fe y Buenos Aires).
Su espíritu lo llevó a nuevos viajes y exploraciones, hasta que en una de ellas resultó herido de muerte por los indígenas (1583). Se cerraba de esta manera una trayectoria plena de sobresaltos, propia de aquellos conquistadores. Mientras tanto, Vera y Aragón seguía con dificultades y muy tardíamente llegó a asumir sus funciones de Gobernador del Río de la Plata 11,
- Con estos acontecimientos se cerró el ciclo de las dos generaciones de beneficiarios de las reales cédulas de 1569 y 1570.
- Desde la firma de estos documentos, los derechos de la Gobernación del Río de la Plata habían correspondido a Juan Ortiz de Zárate (1569-1576) y a Juan Torres Vera y Aragón (1576-1591).
En total fue una etapa de veintidós años, de los cuales los titulares apenas estuvieron cuatro años al frente de la Gobernación. Ninguno de los dos pudo afirmarse en el cargo. En su lugar hubo varias figuras, con distintos niveles de legalidad y legitimidad.
- En algunos casos se llegó a cuestionar los títulos de estos adelantados.
- Esto llevaría a algunos historiadores del siglo XIX a considerar que las capitulaciones de Ortiz de Zárate fueron nulas, igual que las de Rasquin.
- Los hechos históricos muestran que hubo una acción legítima en el contexto jurídico de las reales cédulas de 1569 y 1570.
Ante la débil presencia de Ortiz de Zárate y su sucesor legal, Vera y Aragón, hubo una tercera figura que asumió el liderazgo en nombre de ellos. Juan de Garay se desempeñó en la Gobernación del Río de la Plata entre 1568 y 1583, primero como alguacil mayor y luego como gobernador provisorio.
En estos años Garay lideró una trascendente labor al ocupar los espacios y fundar ciudades. Con las realizaciones de Garay, Ortiz de Zárate y Vera y Aragón, entre 1569 y 1591 la Gobernación del Río de la Plata experimentó un sensible avance en cuanto a la ocupación real y efectiva del territorio. En esos años se fundaron las ciudades de Santa Fe (1573), San Salvador (1574, luego desaparecida), Buenos Aires (1580) y Corrientes (1588), tres de las cuales lograron consolidarse y generaron polos de desarrollo sociopolítico en la zona.
Además, se instaló ya una nueva dinámica en el área, con vistas a continuar la marcha hacia el sur. Ello se reflejaría poco después, durante la gestión del gobernador Hernando Arias de Saavedra, quien hacia 1605 organizó una expedición hasta el río Negro.
- Los hechos mencionados muestran cómo las capitulaciones de 1569 y 1570, a diferencia de las Rasquin, no fueron documentos nominales, que perdieran su vigencia por incumplimiento por parte de los beneficiarios.
- Por el contrario, a partir de ellas hubo una significativa movilización de recursos humanos y materiales con la fundación de nuevas ciudades y un notable desplazamiento de la zona ocupada en forma real y efectiva, desde el punto donde se hallaba en 1569 (Asunción), hacia el sur (Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires).
Como resultado de esta expansión, en 1617 fue preciso subdividir la extensa unidad política en dos nuevas gobernaciones, con sedes en Asunción y Buenos Aires respectivamente.2. La Patagonia y su nueva jurisdicción La Real Cédula de 1570 redefinió solo parcialmente la jurisdicción de la Gobernación del Río de la Plata o de Buenos Aires.
Entre los paralelos 25 y 37, la jurisdicción se prolongaba teóricamente hasta el océano Pacífico; pero en este territorio se encontraban las ciudades chilenas, que se desenvolvían con total independencia de la Gobernación del Río de la Plata. A ello hay que añadir que, entre los paralelos 37 y 48, ningún documento de la Corona había establecido hasta entonces el límite occidental.
La definición de la frontera jurídica occidental de la Gobernación del Río de la Plata se realizó en el siglo XVII. La Corona dio el primer paso en 1617 con motivo de la división de la extensa jurisdicción rioplatense en las gobernaciones de Asunción y Buenos Aires.
- A propósito de esta medida, la Corona estableció en el oeste una frontera jurídica más acorde con la frontera imaginaria y la frontera real y efectiva.
- En efecto, la Real Cédula de 1617 desprendió de la Gobernación del Río de la Plata los territorios que hasta entonces había tenido sobre el Pacífico, entre los paralelos 25° y 37°.
En su lugar, estableció un nuevo límite occidental, en la Gobernación del Tucumán 12, Esta delimitación fue un avance, pero solo parcial. La Real Cédula de 1617 no ofreció mayores aportes para resolver el problema en la zona austral (entre los paralelos 37° y 48°).
- Este silencio era comprensible, porque la Corona no tenía necesidad de preocuparse por especificaciones tan minuciosas.
- Pero cuando ello fue necesario, fue la misma autoridad metropolitana quien se encargó de resolver la cuestión.
- La oportunidad se presentó un siglo después, con motivo de un conjunto de medidas tendientes a regular las relaciones con los indígenas.
La Real Cédula de 1669 ordenaba al gobernador de Buenos Aires tomar medidas con respecto a los indígenas, atendiendo “que en los términos de aquella jurisdicción por la parte del sud, i confines de la cordillera e Chile, iprovincia de Tucumán, habían sido siempre habitados de un numeroso jentío de indios serranos ipampas bárbaros en el modo de vivir” 13,
Este documento brinda un avance importante, pues señala los dos límites occidentales de la Gobernación de Buenos Aires: del paralelo 37° hacia el norte, la Gobernación de Tucumán; del paralelo 37° hacia el sur, la cordillera de los Andes. Esta Real Cédula completa los datos de las capitulaciones de Ortiz de Zárate (1570), en cuanto al límite austral, y confirma el enfoque de Hernando de Montalvo (1587), sobre el límite occidental de la gobernación.
Entre las Reales Cédulas de 1570 y de 1669, la Corona española terminó de definir la frontera jurisdiccional de la Gobernación del Río de la Plata en la región austral: esta limitaba al este con el océano Atlántico, al sur con el paralelo 48° y al oeste con la cordillera de Chile.
- Este límite jurídico entre la Gobernación del Río de la Plata y el Reino de Chile en la zona austral se consolidó con un tercer documento, cuando la Corona emitió la Real Cédula del 21 de mayo de 1684.
- Igual que en el caso anterior, esta norma tenía como objetivo avanzar en la regulación de las políticas indígenas.
Por tratarse de un tema tan delicado, la Corona se vio en la necesidad de definir con toda claridad los límites de las jurisdicciones territoriales. El texto estaba concebido en los siguientes términos: “Desde esa ciudad de Buenos Aires, i costas del Río de la Plata, que miran al sur, hasta el estrecho de Magallanes, hai algunos centenares de leguas, pobladas con naciones de infieles” 14,
En esta primera parte del documento, el Rey ordenaba al gobernador del Río de la Plata que se ocupara de un problema que se estaba gestando en el territorio austral. Naturalmente, esta era una forma de ratificar la jurisdicción de Buenos Aires sobre estos territorios, tal como había establecido la Real Cédula de 1570.
Más adelante, el texto explicaba el problema de los indígenas y la insuficiencia de las políticas de asimilación efectuadas hasta el momento. El Rey señaló que los indios de la Patagonia eran “unos enemigos declarados de los españoles, por las hostilidades que en varias ocasiones se han hecho, otros no sujetos a mi obediencia, por no haber tenido quien les instruya en la vida cristiana, no obstante que por los años de 1673, Nicolás Mascardi, de la misma Compañía, corriendo las serranías de Chile i costas del mar del Sur, para atraer al conocimiento de la fe a los muchos infieles que las pueblan, dio vuelta a la cordillera nevada, que divide aquel reino de esas provincias, i la de Tucuman i en llanos que corren hacia el dicho rio hallo naciones que con veras pedian el bautismo, que les hubiera concedido si antes de instruirlos, no le hubieran los poyas, otra nación más barbara, dado muerte violenta”.
Este texto reforzó el contenido de la Real Cédula de 1669. El rey volvió a señalar que la cordillera de los Andes separaba el Reino de Chile de la Gobernación de Tucumán en el norte, y de la Gobernación del Río de la Plata en el Sur. Además, el monarca demostraba tener conocimientos de los viajes del padre Mascardi y destacaba la importancia de su acción misionera y exploratoria en la cordillerana y costas del Pacífico.
Luego señaló que el citado misionero cruzó la cordillera nevada “que divide aquel reino de estas provincias”. Es decir, el Rey consideraba que en su viaje a la Patagonia oriental, Mascardi había atravesado los límites de la jurisdicción de Chile e ingresado en la jurisdicción del Río de la Plata.
- El monarca evitó censurar esta actitud pero le indicó al gobernador de Buenos Aires que tomase medidas para promover la evangelización de los naturales en el área indicada, o sea, en la Patagonia.
- Con las capitulaciones de Pedro de Mendoza (1534) y Ortiz de Zárate (1570), la Corona entregó a la Gobernación del Río de la Plata una jurisdicción sobre el Atlántico de 400 leguas, que abarcaban del paralelo 25º al 48° 21.
Desde este lugar hasta el Estrecho de Magallanes (52°) el rey de España nunca entregó explícitamente jurisdicción a Buenos Aires. Por lo tanto, quedaba un territorio de 350 kilómetros, desde el confín austral de la jurisdicción rioplatense hasta el Estrecho, que no estaba formalmente bajo la jurisdicción de Buenos Aires.
- Este criterio fue coherente con la decisión de la Corona de crear una gobernación autónoma en el Estrecho de Magallanes, objetivo fijado a la expedición de Sarmiento de Gamboa (1581-1586).
- El fracaso de la Gobernación del Estrecho de Magallanes generó una situación de abandono jurídico en el área.
- La expedición de Gamboa había anulado la jurisdicción de Chile sobre el área; además, la Gobernación del Río de la Plata tampoco llegaba a este lugar.
No había, por lo tanto, una definición clara de esta jurisdicción. Esta situación se mantuvo así durante varias décadas. Hasta que por fin la Corona resolvió reincorporar la zona del Estrecho a la jurisdicción del Reino de Chile. Así lo manifestó a propósito de la Audiencia de Chile.
En la erección de la misma (1609) no se mencionaron explícitamente los límites jurisdiccionales, pero sí se verificó este dato en documentos posteriores, como la Real Cédula de 1661 y en la Recopilación de Leyes de Indias (1680); con motivo de la puesta al día de la tradición jurídica española en América, la Corona consideró oportuno señalar los límites de la Audiencia de Chile.
Tal como hemos visto anteriormente, el documento de 1680 dispuso que la misma “tenga por distrito todo el dicho reino de Chile (.) dentro y fuera del estrecho de Magallanes y la tierra adentro hasta la provincia de Cuyo inclusive” 15, La delimitación de la jurisdicción de la Audiencia de Chile, dispuesta en 1680, fue un aporte fundamental para definir sus títulos en las fronteras de la Gobernación de Chile, tanto al sur como al este.
En la zona sur, este documento devolvió a este Reino plena jurisdicción sobre el Estrecho y zonas aledañas, títulos que se habían debilitado con motivo de la expedición de Sarmiento de Gamboa en 1581-1586. Por otra parte, este documento compatibilizó las fronteras jurídicas entre el Reino de Chile y la Gobernación del Río de la Plata.
En efecto, lo primero que salta a la vista en lo referente al límite oriental de la Audiencia de Santiago, es que las disposiciones del siglo XVII no utilizaban la forma original de las capitulaciones chilenas de 1554, 1555 y 1558. No mencionaba la proyección territorial de 100 leguas desde el Pacífico hacia el este como límite oriental de la jurisdicción ni en todo ni en parte.
- Tampoco aludía a las costas de la Patagonia ni al territorio entre la costa y la cordillera; se referían vagamente a “la tierra adentro”.
- La explicación es obvia a la luz de las reales cédulas de 1570, 1669 y 1684.
- Entre 1558, fecha del nombramiento de Villagra, y 1661, año de la delimitación oficial de la Audiencia chilena, la frontera jurídica en la zona austral había variado sensiblemente.
Tras estudiar el conjunto de los documentos emitidos por la Corona para gobernar América, los expertos de la Corte tuvieron que dar una nueva redacción a los límites jurisdiccionales de la Audiencia de Chile. Hubo que modificar la fórmula. No era posible conservar la tradicional mención de las 100 leguas.
Era necesario disponer de una expresión nueva, que dejara a salvo los títulos de Chile en el Estrecho y alguna forma de continuidad continental desde allí hasta la Araucanía y el Valle Central. Pero sin atribuirle a Chile jurisdicción sobre la Patagonia, pues entre 1570, 1669 y 1684 esta había pasado, por decisión de la Corona, a depender de la gobernación del Río de la Plata.
A través de este proceso se consolidó la cordillera de los Andes como límite natural entre la Gobernación del Río de la Plata y la Capitanía General de Chile. En el siglo XVII, esta era una idea que se estaba abriendo camino también en Europa. Basta recordar cómo en aquellos años la Corona de Francia sostuvo la tesis del Rin como su frontera natural y realizó numerosas guerras para alcanzar este objetivo.
- De la misma manera, en América Meridional se aplicó un criterio parecido con la cordillera de los Andes.
- De todos modos, todavía quedaba un amplio margen de indecisión.
- Porque esta cordillera tenía un ancho que podía superar los 200 kilómetros.
- ¿En qué parte de la cordillera estaba el límite? Las montañas se transformaban automáticamente en zona litigiosa, jurisdicción territorial indefinida.
Allí donde hubiera montañas, más bajas o más altas, el límite no estaba claro. En cambio, donde no hubiera montañas, es decir, en las llanuras, la parte occidental era del Reino de Chile y la oriental de la Gobernación de Buenos Aires. Este criterio amplio solucionaba el problema de las misiones de Nahuel Huapi.
- Al encontrarse entre las montañas, podían perfectamente estar sujetas al Reino de Chile, sin entrar en contradicción con las jurisdicciones territoriales dispuestas por la Corona.
- Así lo entendía el rey de España: cuando tuvo que expresar el valor jurídico de las misiones establecidas por Mascardi en el lago citado, la Real Cédula de 1684 engloba esta actividad junto a otras más.
El texto ubica a Mascardi “corriendo las serranías de Chile i costas del mar del Sur para atraer al conocimiento de la fe a muchos infieles que las pueblan”. Es decir, para el rey Carlos II, las misiones de Nahuel Huapi estaban todavía dentro de las serranías de Chile.
- La Corona había avanzado bastante en el esclarecimiento de la frontera jurisdiccional entre el Reino de Chile y la Gobernación del Río de la Plata.
- Estaba claro que la frontera se encontraba en la cordillera.
- Pero no se especificaba la delimitación dentro de ella.
- La Corona española no tuvo necesidad de definirlo.
El litigio iba a quedar para los siglos XIX y XX.3. La implantación de las intendencias en Chile y las fronteras jurídicas de este Reino La Capitanía General de Chile experimentó cambios institucionales profundos y simultáneos. En 1784 se inauguró el sistema de intendencias con una experiencia en Chiloé.
Dos años después, Carlos III dispuso otorgarle mayor autonomía al Reino de Chile con relación al Virreinato del Perú. A partir de entonces se redujo el control de Lima sobre el Reino de Chile, que pasó a depender directamente de la metrópoli. A la vez, la Corona generalizó el régimen de intendencias en Chile, encuadrado en el reglamento de la Real Ordenanza de Intendentes, dictada en 1782 para el Virreinato del Río de la Plata.
La creación de la Intendencia de Chiloé marcó un hito importante en el proceso jurídico regional. La Corona designó a don Francisco Hurtado como gobernador-intendente de Chiloé por Real Título del 19 de mayo de 1784. Las instrucciones para el desempeño de este cargo fueron establecidas en un documento complementario, firmado un día después por Carlos III, en el cual se entregaban precisiones sobre el encuadre institucional de la flamante intendencia.
- Este dependía en lo religioso del obispado de Concepción, mientras que en lo militar debía consensuar sus decisiones con el Comandante de Fronteras de Chile; en lo administrativo y en lo referente a la seguridad naval dependía directamente del virrey del Perú 16,
- El ministro Gálvez informó de esta novedad a la Capitanía de Chile remitiendo la Real Orden fechada en Aranjuez el 31 de mayo de 1784.
Este documento no establecía explícitamente los límites de la Intendencia de Chiloé. Pero el gobernador Hurtado, a propósito del padrón general de la isla de Chiloé, tuvo oportunidad de llenar este vacío. En mapa adjunto al citado documento, el gobernador de Chiloé establecía cuáles eran los límites de su jurisdicción: “al Norte es el Río Bueno, al sur el Cabo de Hornos, al Este la Cordillera de los Andes y toda la Tierra Firme e islas comprendidas entre estos tres rumbos, contiguas a la costa” 17,
La creación de la Intendencia de Chiloé en 1784, generó las condiciones para desajustes institucionales. Se abrió entonces un lustro de agitación, en el cual los misioneros franciscanos tuvieron un papel relevante. De acuerdo a Urbina Burgos, la administración de Hurtado como gobernador-intendente de Chiloé (1784-1789) fue “uno de los períodos más agitados y conflictivos de la historia insular, como fue precisamente el funcionamiento del nuevo sistema político administrativo de intendencias” 18,
La reforma político-administrativa se completó en 1787 con la creación de la Intendencia de Santiago y la Intendencia de Concepción. ¿Cuáles eran sus fronteras jurídicas? La Intendencia de Santiago se extendía desde el desierto de Atacama hasta el río Maule.
- Por su parte, la Intendencia de Concepción tenía los mismos límites que el obispado homónimo.
- Este llegaba hasta el Biobío con algunos territorios cercanos al mismo, tal como muestra el mapa titulado Descripción del Obispado de la Concepción 19,
- Barros Arana lo explica en los siguientes términos: ” El presidente Benavides i el regente Alvarez de Acevedo opinaron que la capitanía jeneral de Chile se dividiese en solo dos intendencias, la de Santiago que se estenderia desde los confines australes del virreinato del Perú hasta las orillas del río Maule; i la de Concepción que comenzaría en este río para terminar en los últimos fuertes de la frontera araucana.
Conformándose a este dictamen, el nuevo virrei del Perú don Teodoro de Croix i el visitador Escobedo, por auto de 14 de enero de 1786 confirmaron esta division, i nombraron al brigadier don Ambrosio de Benavides intendente de Santiago con la superintendencia de toda la capitanía jeneral, i a don Ambrosio OHiggins intendente de Concepción” 20,
La nueva estructuración administrativa del Reino de Chile fue el resultado de un proceso relativamente largo y consensuado entre las partes afectadas. Fue propuesta por el presidente de la Capitanía General de Chile y adoptada por el virrey del Perú 21, Remitida a España, fue convalidada por Real Orden de 6 de febrero de 1787 22,
Como se puede observar, esta disposición era solo parcial. Nada decía de los territorios australes, entre el Biobío y el río Bueno, lugar donde comenzaba la jurisdicción de la Intendencia de Chiloé según el primer gobernador-intendente, Francisco Hurtado.
- Este tema ha sido deficientemente tratado por la historiografía chilena, porque, al parecer, Barros Arana no estaba informado de la creación de la Intendencia de Chiloé, tres años antes.
- Posiblemente el prestigioso historiador no conoció los documentos firmados por Carlos III y el ministro Gálvez en Aranjuez los días 19, 20 y 31 de mayo de 1784, a través de los cuales se creó la Intendencia de Chiloé, se nombró a Francisco Hurtado como gobernador-intendente, se le impartieron las instrucciones para cumplir su misión y se dio cuenta de ello a la Audiencia de Chile.
Entendemos que Barros Arana desconoció estos antecedentes, porque así se desprende de todo su enfoque sobre la cuestión de la implantación de las Intendencias en Chile 23, La interpretación de Barros Arana fue compartida por otros historiadores chilenos, entre los cuales cabe destacar a Francisco Encina 24,
Este autor reprodujo casi textualmente partes enteras de la obra de Barros Arana, sin citarlo. Encina glosó sus palabras y muchas veces repitió sus mismos errores. Este enfoque se reiteró en otros autores que lo estandarizaron definitivamente en la tradición historiográfica chilena. Ello se reflejó en la obra de la especialista en la implementación de las intendencias en Chile, María Teresa Cobos Noriega (1978, 1980, 1986, 1989).
La autora coincidió con Barros Arana y Encina en cuanto al tema de los límites de estas intendencias 25, Las fronteras internas de la Gobernación de Chile, dispuestas con motivo de la organización de las intendencias de 1784-1787, fueron modificadas en los años posteriores.
En 1789 la Corona transformó la Intendencia de Chiloé en Gobernación. Sus límites se modificaron en la década siguiente, con motivo de la tercera fundación de Osorno (1796). La ciudad de Osorno había sido abandonada en 1604 como resultado del levantamiento general de las naciones indígenas. Durante casi 200 años este territorio quedó dentro del espacio controlado efectivamente por los mapuches, hasta que hacia fines del siglo XVIII los españoles volvieron a interesarse por esta tierra.
La iniciativa surgió desde el Reino de Chile. Allí estaban los recursos humanos y materiales, la energía y la decisión de recuperar esta espacio para afirmar las posiciones hispánicas en la Araucanía y facilitar el transporte y las comunicaciones entre Valdivia y Chiloé.
- La idea era relevante para mejorar los estándares de seguridad regional y promover la integración de los polos de desarrollo.
- Desde el punto de vista jurisdiccional, las autoridades sabían que Osorno se hallaba dentro de la Intendencia o Gobernación de Chiloé, lo cual despertó los recelos de Valdivia.
Terció en el debate Ambrosio Higgins, quien trató de eludir conflictos por jurisdicciones internas y propuso un plan de acción a la Corona. Esta aceptó la propuesta y autorizó a Higgins a avanzar en el proyecto de refundación de Osorno por Real Orden del 7 de diciembre de 1793.
- En este documento “se le manifestaba que el Rey esperaba que tomara principalmente a su cargo la repoblación de Osorno, y que confiaba en su prudencia para prevenir los embarazos que pudieran surgir de la diversidad de opiniones e intereses de los gobernadores de Valdivia y Chiloé” 26,
- Con gran sagacidad y delicadeza, el Capitán General de Chile persuadió a los demás gobernantes de la conveniencia general de contar con esta ciudad.
Higgins articuló los distintos intereses, consiguió el apoyo de Valdivia y Chiloé, de Santiago y Lima, y finalmente puso en marcha la tarea. La tercera fundación de Osorno se llevó a cabo con el aporte de colonos de distintas ciudades de la Intendencia de Santiago, la Intendencia de Concepción y de la Gobernación de Chiloé.
- De esta manera se reunieron los 427 cofundadores de la legendaria ciudad.
- El acto se formalizó por decreto de don Ambrosio, en el cual dejó establecido que esta ciudad dejaba de depender de la Gobernación de Chiloé y quedaba bajo “la sola subordinación y dependencias en sus casos al señor Gobernador Intendente de la provincia de Concepción, Tribunal de la Real Audiencia y Gobierno Superior y Capitanía General del Reino” 27,
Por otra parte, Higgins estableció que los límites de la ciudad de Osorno eran: “por el sur el río Maypue, en que termina la provincia de Chiloé, por el norte el río de Pilmaiquén, por el oeste la costa entre Río Bueno y Maypué, y por el este la gran cordillera” 28,
Como se ha examinado, la Intendencia-Provincia de Chiloé tenía como límites originales el río Bueno (40º 10 latitud sur), el Cabo de Hornos (56º), la cordillera de los Andes y el océano Pacífico. Con este decreto, Higgins desprendió la sección norte de la Gobernación de Chiloé, pero esta mantuvo intacta su jurisdicción del río Maypué al Cabo de Hornos entre mar y cordillera.
En resumidas cuentas, la refundación de Osorno significó un cambio en la jurisdicciones internas del Reino de Chile, pues se redujo parcialmente la Gobernación de Chiloé en beneficio de Valdivia. Pero se mantuvieron intactos sus límites externos. La Capitanía General de Chile se extendía todavía del desierto de Atacama al Cabo de Hornos, entre el Pacífico y los Andes.
Estos eran los límites jurídicos establecidos por la Corona a través de sus autoridades competentes. El interés personal de don Ambrosio Higgins por el progreso de Osorno contribuyó indirectamente a generar nuevos títulos jurídicos en el área. Cuando Higgins fue promovido al Virreinato del Perú, Osorno todavía era una aldea débil y dependiente.
Muchos temían que si el nuevo Gobernador de Chile no exhibía el mismo celo que don Ambrosio por mantener esta ciudad, la misma correría el riesgo de desaparecer. Por este motivo, la Corona resolvió mantener la ciudad de Osorno bajo la jurisdicción directa del flamante virrey del Perú.
- Esta medida se tomó con la expresa salvedad que solo tendría vigencia durante la gestión de Higgins como virrey.
- Una vez superada esta circunstancia, Osorno debía reintegrarse a la jurisdicción del Reino de Chile de acuerdo a la Real Orden del 1 de junio de 1798 29,
- Después de la caída y muerte de Ambrosio Higgins, la situación jurídica de Osorno volvió a la normalidad.
Por Real Orden del 28 de octubre de 1802 quedó en firme el retorno de esta ciudad a la jurisdicción plena de la Gobernación de Chile. En estas condiciones se produjeron la crisis revolucionaria de 1810 primero y la llamada “guerra a muerte” después. Superados estos conflictos, las bases que había echado don Ambrosio permitieron comenzar tempranamente el proceso de colonización de la región, especialmente con el asentamiento de los colonos alemanes en los alrededores del lago Llanquihue 30,
El significado de la refundación de Osorno fue completar definitivamente las fronteras jurídicas de Capitanía General de Chile y darles la forma que iban a mantener en 1810. En efecto, entre 1796 y 1810 no se registraron nuevas alteraciones. Por lo tanto, en el momento de producirse la emancipación, la Capitanía General de Chile estaba compuesta por la Intendencia de Santiago, de Atacama hasta el Maule; la Intendencia de Concepción, del Maule hasta el rio Maypué, y la gobernación de Chiloé (dependiente parcialmente del Perú), desde el Maypué hasta el Cabo de Hornos.
En todos los casos, el límite oriental era la cordillera de los Andes. El corpus documental intendencial de fines del siglo XVIII estaba olvidado en los debates diplomáticos de 1880. No lo tuvo en cuenta ni Amunátegui ni los polemistas de su época. Pero la situación era muy diferente a principios del siglo XIX.
En efecto, los patriotas y primeros gobernantes de Chile conocían perfectamente el citado corpus documental. Por eso, en las constituciones de las décadas de 1820 y 1830, la clase dirigente chilena por unanimidad dispuso que Chile tenía exactamente los mismos límites que los acordados por las autoridades españolas con motivo de la implantación del sistema de intendencias: Chile se extendía del desierto de Atacama al Cabo de Hornos y de la cordillera de los Andes hasta el océano Pacífico.
Por otra parte, el corpus documental intendencial, junto con los documentos anteriores, determina con toda claridad que tanto el Estrecho de Magallanes como el Cabo de Hornos estaban dentro del Reino de Chile. No existe ningún documento colonial de semejante envergadura que atribuyera esos territorios al Virreinato del Río de la Plata.
- Por lo tanto, el Tratado de 1881 se ajustó a derecho al reconocer para Chile el Estrecho de Magallanes y las islas al sur del Beagle hasta el Cabo de Hornos.3.
- PRESENCIA REAL Y EFECTIVA EN LOS TERRITORIOS AUSTRALES Los mapas y croquis que representan la división territorial vigente en la época colonial, que actualmente circulan en las escuelas argentinas, aseguran que todos los territorios al sur del Biobío pertenecían, hacia 1810, al Virreinato del Río de la Plata.
En nuestra tesis hemos dedicado un amplio espacio a destacar todos los títulos que la Corona española emitió a favor del Reino de Chile, en los cuales incluyó todos los territorios australes hasta el Cabo de Horno, incluyendo el Estrecho. También hemos dedicado un estudio detallado para documentar la presencia chilena en Chiloé, Valdivia y Osorno, desde el siglo XVI hasta 1810.
- Mediante abundante información, hemos enviado un mensaje a los historiadores y cartógrafos argentinos, para dejar en claro que es absurda y carente de fundamento la tesis que atribuye estos territorios al Virreinato del Río de la Plata.
- En el presente artículo, dirigido al público chileno, nos proponemos demostrar la tesis complementaria, es decir, que así como el actual sur chileno jamás perteneció al Virreinato, la actual Patagonia argentina sí estuvo sujeta al gobierno de Buenos Aires, al menos desde 1570.1.
Buenos Aires y la posesión de las costas patagónicas En el litoral rioplatense-atlántico, el proceso de expansión hacia el sur experimentó un notable paralelismo cronológico con el centro y oeste de la actual Argentina. La ciudad de Buenos Aires no fue capaz de poner en marcha un proceso rápido y sostenido de ocupación de las tierras del sur, a pesar de los compromisos asumidos por sus autoridades ante la Corona.
Basta recordar que la Real Cédula de 1570 sujetaba a Buenos Aires todos los territorios hasta el paralelo 48º. Sin embargo, las tierras australes no despertaron un interés permanente en las autoridades rioplatenses. En los siglos XVI y XVII las costas patagónicas se percibían como territorios desolados, carentes de riqueza (el menos para la tecnología disponible en la época) y poco adecuados para el asentamiento de los europeos.
Los navegantes que se aventuraron por esas latitudes elaboraron informes altamente insatisfactorios sobre las condiciones naturales de estas tierras. Los relatos enfatizaban el frío y el viento, el hambre y la sed que debían padecer los que recorrían las gélidas tierras patagónicas en busca de calor, refugio y alimento.
A ello se sumaba el mito de los indios presuntamente antropófagos y demás maldiciones. El trágico viaje de Hernando de Magallanes y el triste fin de la expedición de Sarmiento de Gamboa fueron pilares fundamentales para la leyenda negra de la Patagonia. Viajar a estas tierras se consideraba una aventura temeraria con riesgo de muerte o de sufrir padecimientos inenarrables.
Como resultado, las costas del sur permanecieron despobladas de europeos durante largo tiempo. El tradicional abandono de las costas patagónicas comenzó a revertirse a mediados del siglo XVIII, con la realización de algunas expediciones importantes para el reconocimiento de la región.
- El marco legal de ellas estuvo dado por las reales cédulas por las cuales se encargó al gobernador de Buenos Aires, Domingo Ortiz de Rozas, la realización de viajes exploratorios a la zona, a cargo de los padres Quiroga, Cardiel y Ströbel a la costa patagónica 31,
- Poco después tuvo lugar la expedición del piloto Jorge Barne, quien, con licencia del gobernador de Buenos Aires, exploró el puerto de San Julián (1752).
Elaboró un detallado diario de su viaje que luego presentó a las autoridades de Buenos Aires 32, Tras la llegada de Carlos III al trono español (1765-1788), los temas geoestratégicos se vieron jerarquizados dentro de la agenda imperial. En el escenario internacional, en estos años, “España abandona la política pacifista de Fernando VI y pretende retomar la iniciativa, inaugurando la política de emulación que le costaría la más grave decadencia de su historia” 33,
En este contexto, la Corona destinó crecientes sumas para financiar objetivos militares y políticos con la idea de hacer frente al expansionismo británico. Este criterio se hizo notar en distintas regiones de América, potencialmente vulnerables a un ataque inglés, como las costas patagónicas. Durante la gestión de Carlos III se reforzaron las medidas de seguridad y vigilancia en territorios que durante largo tiempo habían sido desatendidos por la Corona.
“Solamente en el año 1767 hemos identificado seis reales órdenes, y once en total, entre 1766 y 1770, dirigidas por el secretario de Estado, Julián Arriaga al gobernador de Buenos Aires, Francisco Bucarelli, sobre el tema de ingleses y franceses en el sur” 34,
- La toma de conciencia sobre la importancia geoestratégica de las costas patagónicas tuvo dos disparadores principales: la Descripción del Reyno de Chile de Ambrosio Higgins (1767) y la Descripción de la Patagonia del jesuita Thomas Falkner (1774).
- El primero de estos documentos ha sido mencionado varias veces en el presente estudio.
Tras una experiencia en la Araucanía, el autor viajó a Madrid y elevó al Rey una propuesta para promover el desarrollo y la seguridad en la región, dentro y fuera de los límites de la Capitanía General de Chile. Ya hemos explicado que para Higgins lo importante era abordar los problemas regionales en forma integrada.
- Esta visión regional llevó al Marqués de Osorno a mirar más allá de las fronteras del Reino de Chile, con vistas a promover políticas más articuladas territorialmente.
- De allí su interés en la construcción de caminos y puertos para promover el comercio y la seguridad del imperio.
- Los circuitos comerciales de Chile con Asunción y Buenos Aires no escapaban a su mirada, lo mismo que los amagos británicos en las costas patagónicas.
Para prevenir esta amenaza, Higgins propuso tomar medidas concretas: “Para evitar a tiempo las malas consecuencias que pueden traer tales proyectos, me parece muy necesario que los españoles piensen sin perder tiempo en buscar dos puertos en la misma costa entre los 38 grados y 45, procurando fortificarse en ellos, y traer gentes para su población de donde se pudiere.
- La misma diligencia convendría se hiciese en la Bahía de San Julián, por los 49 grados, sin perder de vista al mismo tiempo la máxima de reducir a pueblos o poblaciones los indios de dicha costa, y interior de aquel vasto territorio”.
- Con una visión geoestratégica muy adelantada para la época, el futuro gobernador de Chile y virrey del Perú llamaba la atención sobre la importancia de las costas patagónicas.
A la vez, anticipaba que desde estos puntos se podían generar las condiciones para colonizar el interior de la Patagonia. Higgins propuso articular los asentamientos patagónicos con la línea de fortines que debía comenzar 150 km al sur de Buenos Aires y avanzar en dirección sudoeste, hasta llegar al volcán Villarrica, proyecto que ya hemos comentado.
Según Higgins, entre estos seis fortines y los tres puertos patagónicos se pondría en marcha un circuito comercial de singular potencial. El intercambio comercial con los indios les facilitaría progresar hasta convertirse en ciudades. Además, “sería fácil abrir entre ellos caminos y correspondencias”.
Desde el punto de vista religioso, “los misioneros tendrán por ambos lados protección y facilidad de extender la doctrina cristiana y los indios con estas disposiciones se hallarán por todos aquellos contornos con la precisión de reducirse a pueblos”.
Las costas y tierras patagónicas quedarían, según Higgins, dentro de la jurisdicción de la Gobernación de Buenos Aires. En efecto, al especificar quién sería el responsable político de este proyecto, Higgins destacó “el conocido celo y eficacia del Excmo. Señor Gobernador de las Provincias del Río de la Plata, a cuya jurisdicción pertenecerá la costa patagónica y la Línea Fronteriza que se propone establecer” 35 : La propuesta de Higgins no fue aplicada inmediatamente por la Corona.
Pero fue un aporte al despertar de la conciencia territorial de la clase dirigente con relación a las costas patagónicas y su importancia geoestratégica. De esta manera Higgins contribuyó crear el clima propicio para que más adelante se tomaran medidas en esa dirección.
- El interés por la Patagonia creció con la publicación de la citada obra de Tomás Falkner (1774).
- Esta tenía como objetivo demostrar que las costas patagónicas eran más adecuadas para un asentamiento estratégico que las Islas Malvinas.
- El texto llamaba la atención sobre el potencial de la región, su interés geoestratégico y su vulnerabilidad.
El autor alentaba a los ingleses a establecerse en la desembocadura del río Negro. De esta manera consideraba que se obtendría una ventaja decisiva en el Atlántico Sur, y a la vez, se echarían las bases para la captura de Valdivia, Valparaíso y, finalmente, el Reino de Chile 36,
- Además, el ex misionero aseguraba que sería relativamente fácil tomar las ciudades de Montevideo y Buenos Aires, con pocas fuerzas (tal como se demostró en 1806).
- La difusión de la obra de Falkner, con estas amenazadoras propuestas, no tardó en generar inquietud en la Corte española, que se predispuso a tomar medidas para prevenir el asentamiento de la bandera británica en las costas de la Patagonia.
La tensión anglo-española se profundizó con la guerra de la independencia de EE.UU. (1776-1783). Al estallar el conflicto, España consideró que tenía la gran oportunidad para tomarse revancha de Gran Bretaña y devolverle las humillaciones que esta le venía dando desde la Armada Invencible (1588).
- España colaboró informalmente con las trece colonias, sabiendo que Gran Bretaña trataría de tomar represalias.
- Los ingleses podían hacer sentir su fuerza en cualquier lugar del globo donde hallaren posesiones españolas.
- La Corona tuvo que reforzar todo su imperio, especialmente los territorios más vulnerables.
Uno de ellos era, precisamente, el Atlántico Sur, donde a la amenaza inglesa se sumaba el tradicional expansionismo de sus aliados, los portugueses. Esta era, por lo tanto, un área de especial importancia estratégica para el imperio español. Para fortalecer sus posiciones en la región atlántico-rioplatense, la Corona tomó tres decisiones fundamentales de carácter estratégico: creó el Virreinato del Río de la Plata (1776), envió un contingente armado a la región para enfrentar a los portugueses en la Banda Oriental (1777) y promovió los asentamientos en la costa patagónica (1779-1780).
La decisión de fundar los establecimientos patagónicos tuvo su antecedente en el informe de Ambrosio Higgins, tal como se ha señalado (1767). Una década más tarde, la idea se transformó en el proyecto que el secretario de Estado, conde de Floridablanca, presentó al ministro Gálvez, en el cual se propiciaba ocupar la boca del río Negro.
En pocos meses se dio forma definitiva a la propuesta y como resultado se erigieron los cuatro asentamientos australes: el fuerte de Nuestra Señora del Carmen de Patagones, en la margen izquierda de la desembocadura del río Negro; la villa de Puerto Deseado, el fuerte de San José, en la península de Valdés y la Nueva Colonia de Floridablanca, en la bahía de San Julián 37,
- De acuerdo a lo señalado por don Ambrosio Higgins, estos pueblos debían tener dos objetivos: prevenir la invasión de ultramar y abrir camino a la dominación real y efectiva de la Patagonia.
- La propuesta de Falkner también mencionaba a los indios como aliados potenciales de la eventual colonia patagónica.
Algunos autores argentinos apoyan esta interpretación, como Navarro Floria, para quien “la verdadera finalidad de los fuertes de la nueva Superintendencia de la Costa Patagónica era servir de cabeza de puente para la conquista del interior del territorio y el sometimiento del indio, que era lo que se creía en peligro, siguiendo las sugerencias de Falkner y su editor” 38,
Otros autores dicrepan con este enfoque. Para María Teresa Luiz, académica de la Universidad de la Patagonia Austral, la conquista de los indios “jamás estuvo dentro del plan de los asentamientos patagónicos españoles pues la finalidad era controlarlos simbólicamente” 39, Desde el punto de vista jurisdiccional, la Corona también siguió el criterio del plan de don Ambrosio Higgins: los cuatro asentamientos patagónicos estuvieron dentro de la jurisdicción de Buenos Aires.
Todo el proceso de planificación, ejecución y administración de estos poblados se realizó a través del virrey del Río de la Plata. El ministro “Gálvez encontró un obediente ejecutor en (el virrey) Juan José de Vértiz. La abundante y densa correspondencia entre ambos revela un buen entendimiento, y Vértiz se muestra puntilloso en el cumplimiento de cada uno de los encargos ministeriales con su característica eficacia ilustrada” 40,
- Los asentamientos costeros facilitaron la exploración del interior del territorio patagónico.
- Desde allí era fácil avanzar hacia el oeste remontando los grandes ríos de la región, como el Colorado, el Negro y el Santa Cruz.
- Francisco de Viedma (1737-1809) exploró el río Negro en busca del lugar más apto para los fuertes.
En 1782 Antonio de Viedma remontó el río Santa Cruz hasta la cordillera y descubrió el lago que lleva su nombre 41, En 1780 Basilio Villarino recorrió el río Colorado. Posteriormente, entre 1782 y 1783, Villarino y José de Goycochea remontaron el río Negro 42,
- En su informe oficial, Villarino propuso establecer un asentamiento en la isla de Choele Choel, con la idea de promover el camino de Carmen de Patagones a Valdivia 43,
- El mismo levantó en ese lugar “una estacada con galpón, batería, etc., que más tarde llamará fortaleza Villarino” 44,
- De esta manera se echaban las bases para una eventual ocupación de la Patagonia.
Los asentamientos patagónicos significaban una sensible ventaja geoestratégica y científica. A partir de ellos se descorría el velo que todavía ocultaba la naturaleza de esos territorios y se abría el camino a su ocupación y aprovechamiento económico.
Pero estas poblaciones también presentaban dificultades importantes. Las condiciones de vida de los pobladores eran muy penosas. Los vecinos se quejaban del frío, el viento y las dificultades para proveerse de bienes indispensables. Además, el abastecimiento desde Buenos Aires era insuficiente. Los barcos llegaban muy esporádicamente, lo cual generaba mayor sensación de aislamiento y marginación en los fuertes patagónicos.
A estos elementos se sumó un nuevo marco internacional. Los patriotas norteamericanos fueron abriendo el camino de la independencia. Tras la rendición de Lord Cornwallis en Yorktown (19 de octubre de 1781), la Cámara de los Comunes decidió terminar la guerra.
- A partir de entonces comenzaron las negociaciones de paz, que se prolongaron otros dos años.
- Pero la suerte de las antiguas colonias inglesas ya estaba echada.
- La definición de la Guerra de la Independencia de EE.UU.
- Aflojó las tensiones internacionales en general, e hispano-británicas en particular.
- La amenaza británica dejó de percibirse como un problema prioritario.
Este criterio se reflejó también en la región atlántico-patagónica. Como resultado disminuyó la importancia geoestratégica de los onerosos establecimientos costeros. A partir de entonces, muchos de ellos estaban condenados a muerte. El proceso que iba a desembocar en el desmantelamiento de las bases patagónicas comenzó cuando la Corona solicitó a Buenos Aires, por nota fechada el 15 de julio de 1781, medidas con las cuales pudieran “aminorarse los gastos de los establecimientos patagónicos, atendiendo las urgencias del erario real para la guerra y sucesos del Perú, reduciéndose a conservar lo poblado y no intentando por ahora ocupar otros puntos que San Julián y río Negro”.
La respuesta del Virrey fue contundente: en su opinión, no solo era conveniente detener el proceso expansivo hacia el sur, sino también retroceder hacia el norte, porque casi todos estos asentamientos eran un costo inútil para la Corona. Para Vértiz “el Puerto Deseado es muy angosto”, lo cual se agravaba porque “no hay en aquel terreno manantial de agua dulce” 45,
También propuso abandonar la bahía San Julián que “no ofrece ventajas para nuestra navegación y comercio”. Además, en ese lugar “no hay arbustos para leña ni árboles para hacer madera”. A ello debía añadirse que “el agua es salobre” y que “las semillas de las legumbres de Europa no nacen o no crecen” 46,
- El Virrey señaló también que “deberá abandonarse el puerto en la bahía de San José, pues los gravísimos costos que tiene la saca y conducción de la sal, sobre su desabrigo y aridez del terreno, hace inútiles los que se impenden en sostenerlos” 47,
- Para Vértiz, estos asentamientos “no son de utilidad alguna”.
De los cuatro establecimientos patagónicos, solo tenía sentido que “subsistiese el establecimiento del río Negro por lo mucho que se ha gastado en él, y porque puede de allí conducirse sal; pero reducido al fuerte a la cortísima población” 48, Desde un punto de vista general, Vértiz consideraba que la relación costo-beneficio no justificaba el mantenimiento de estos enclaves.
- Los costos se podían calcular en numerario: “lleva S.M.
- Gastados hasta el mes de mayo del año pasado de 1782, 1.024.051 pesos y 3 reales”.
- A cambio de ello se disponía de cuatro puertos en zonas de muy difícil navegación, asoladas por el viento y el frío, donde no se podía cultivar la tierra y no había perspectivas de desarrollo comercial.
Según el Virrey, el abandono de los puertos de las costas patagónicas no resultaba peligroso, pues descontaba que potencias extranjeras hallasen utilidad en asentarse allí: “Parece imposible que ninguna nación intente esta empresa”, aseveraba Vértiz.
- Sobre todo porque la escasez de recursos naturales determinaba que para poder mantenerse, cualquier asentamiento necesitare de un aprovisionamiento constante.
- Y ello solo era posible realizarlo desde Buenos Aires.
- En un puerto de esta naturaleza no puede subsistir mucho tiempo una colonia, a menos que esta fuese socorrida desde el Río de la Plata con todos aquellos víveres que se juzgan de primera necesidad” 49,
Había otras razones no explícitas junto a estos argumentos. Para Navarro Floria hay que tener en cuenta también la situación personal del Virrey y el escenario regional del imperio. “Vértiz, ya anciano, veía más posibilidades de concluir bien su carrera aplacando una rebelión en un área central como el Alto Perú o preparando Montevideo contra un supuesto ataque inglés, que fomentando asentamientos y exploraciones en áreas marginales del imperio” 50,
Más allá de estas especulaciones, lo cierto es que el informe del virrey Vértiz fue lapidario para los asentamientos patagónicos. El ministro Gálvez dio curso a su propuesta y, finalmente, por Real Orden del 1 de agosto de 1783, la Corona aceptó la decisión de suprimir estos asentamientos con la excepción de Carmen de Patagones.
Este puerto se mantuvo como la única presencia efectiva y permanente de población “civilizada” en las costas patagónicas en los siguientes 80 años. Sobre el filo de la Revolución de 1810, el Virreinato del Río de la Plata no poseía más que un enclave en las costas patagónicas: este era Carmen de Patagones.
En el resto de los 1.200 kilómetros de litoral atlántico que la Corona había confiado a la tutela de Buenos Aires, no existían asentamientos estables. Después de la crisis revolucionaria, las autoridades rioplatenses demoraron bastante tiempo en ocupar el territorio. Los hitos principales fueron Fortaleza Protectora Argentina, luego llamada Bahía Blanca (1828); los pequeños asentamientos de Luis Piedra Buena en la isla de Pavón, en la desembocadura del río Santa Cruz (1859) y en la isla de los Estados (1862); la colonia galesa del Chubut, luego denominada Rawson (1865), y la efímera colonia Rouquaud (1872-1874).
La acción colonizadora de Buenos Aires en las tierras australes fue notablemente tardía. La Real Cédula de 1570 autorizaba a esta gobernación a descubrir y poblar todas las costas patagónicas hasta el paralelo 48o. Durante muchos años las autoridades del Plata no se interesaron por las costas patagónicas.
- Este territorio se comenzó a valorar a partir de los escritos de Ambrosio Higgins (1767) y Thomas Falkner (1774).
- Además, la rivalidad con Gran Bretaña agitó la amenaza de una invasión externa.
- Ello motivó la fundación de cuatro asentamientos en la Patagonia (1778).
- Tal como había propuesto Ambrosio Higgins, estos se hallaban dentro de la jurisdicción de Buenos Aires y desde allí se inició la exploración y ocupación del interior de la Patagonia.
De todos modos, las circunstancias resultaron desfavorables para el desarrollo de estos establecimientos. Sus costos eran muy altos para la Corona y sus beneficios escasos. Una vez resuelto el conflicto de las colonias norteamericanas y aliviadas las tensiones con Gran Bretaña, las autoridades españolas juzgaron que había desaparecido la principal causa de su existencia.
- Tres de los cuatro asentamientos fueron desmantelados.
- Solo se mantuvo en su lugar el fuerte de Carmen de Patagones, en la desembocadura del río Negro.
- Esta situación no se revirtió en las tres décadas posteriores.
- Por lo tanto, en vísperas de la Revolución de 1810, el Virreinato del Río de la Plata no controlaba efectivamente las costas patagónicas al sur del paralelo 41º.3.
El Tratado de 1881 y las tesis fundacionales La información mostrada en este artículo ha sido posible reunirla hacia el año 2000, a partir de numerosas investigaciones realizadas por los colegas a lo largo del siglo XX. Pero muchos de los documentos aquí mencionados, no eran conocidos en el siglo XIX.
Por lo tanto, cuando se produjo el debate diplomático que condujo a los tratados de límites, la situación era muy diferente. En 1856 Argentina y Chile firmaron un Tratado, en el cual se pusieron de acuerdo en establecer los límites territoriales en conformidad al principio Uti Possidetis Iuris de 1810.
Es decir, cada nación iba a mantener todos los espacios que poseía en el momento de la Revolución. Para ello, era preciso estudiar los antecedentes de la época colonial. Historiadores, intelectuales, abogados y diplomáticos de ambos países se lanzaron a revisar los repositorios de Santiago, Buenos Aires y Sevilla en busca de las reales cédulas y demás documentos que avalaran las pretensiones de cada país.
Y a partir de estos elementos surgieron las tesis fundacionales. Los chilenos, liderados por Miguel Luis Amunátegui pusieron especial énfasis en las reales cédulas de 1554, 1555 y 1558, por las cuales la Corona otorgó a la Gobernación de Chile un ancho de 100 leguas desde el Pacífico hacia el este. Cabe destacar que Amunátegui no conoció la Real Cédula de 1570 ni la Intendencia de Chiloé de 1784.
Por lo tanto, concluyó que toda la Patagonia pertenecía a Chile en 1810 y por ello debía conservarla en el Tratado de 1881. Los historiadores argentinos no tuvieron una obra comparable a la de Amunátegui. La defensa de los derechos nacionales estuvo mucho más fragmentada entre pequeños aportes de Pedro de Angelis, Frías, Vélez Sarsfield, Quesada, entre otros.
Ellos tampoco conocieron la documentación referida a la Intendencia de Chiloé. En cambio sí conocieron la Real Cédula que creaba la Intendencia de Concepción, a partir de la cual levantaron la tesis que el límite sur del Reino de Chile se hallaba en el río Biobío. Por lo tanto, muchos teóricos argentinos afirmaron que desde la Araucanía hacia el sur todos los territorios pertenecían al Virreinato del Río de la Plata.
Los límites vigentes hacia 1810, debatidos en el marco de las negociaciones diplomáticas entre Argentina y Chile realizadas entre 1856 y 1881, no lograron esclarecerse. No hubo acuerdo entre los historiadores de ambos países. Cada nación elaboró sus propia tesis fundacional: para los chilenos, toda la Patagonia pertenecía a Chile; para los argentinos, del Biobío hacia el sur todo el territorio era de la Argentina.
- Al no haber acuerdo entre los historiadores, la situación se resolvió en forma política.
- En julio de 1881 se firmó el Tratado de Límites, de acuerdo al cual la cordillera de los Andes se estableció como frontera entre ambos países.
- De esta manera se resolvió el problema desde el punto de vista legal.
- Pero en ambos países los historiadores se quedaron con la sensación de derrota, pues consideraban que el Tratado era legal pero ilegítimo.
Y esta percepción se volcó en los mapas y en los textos de historia.4. Resurgimiento de las tesis fundacionales En 1901, el destacado intelectual rioplatense, Estanislao Zeballos presentó un mapa sobre lo que él estimaba eran las fronteras entre Argentina y Chile en 1810.
- En esa carta se aseveraba que el río Biobío era el límite austral del Reino de Chile, y desde allí hacia el sur todos los territorios pertenecían al Virreinato del Río de la Plata.
- En la primera mitad del siglo XX esta interpretación fue desechada por los historiadores.
- Así se reflejó en el mapa de Emilio Ravignani, que planteaba las fronteras reales y efectivas vigentes en 1810, y evitaba la polémica de las cuestiones de límites.
Este mapa fue publicado en la historia general de la Argentina, publicada por la Academia Nacional de la Historia. Y luego fue levantado por los autores y editores de manuales escolares. Un buen ejemplo es el célebre texto de Ricardo Levene, Lecciones de Historia Argentina, reeditado numerosas veces y ampliamente difundido en las escuelas medias argentinas en la primera mitad del siglo XX.
Esta situación cambió a comienzos de los años 60, a partir del debate entre Diego Luis Molinari y Conrado Ríos Gallardo. Del lado chileno, después de la firma del Tratado de 1881, las tesis fundacionales de Amunátegui fueron bastante olvidadas por un buen tiempo. Durante 50 años casi nadie reivindicó esos enfoques, más allá de Morla Vicuña (1903).
Los manuales escolares chilenos tuvieron una mirada benevolente de la historia de las relaciones bilaterales, con énfasis en el abrazo de San Martín y OHiggins y la construcción del Ferrocarril Trasandino. Esta línea fue cuestionada en 1930 por Irarrázabal Larraín, en su libro “La Patagonia: errores históricos y geográficos”.
- En esta obra, el autor reivindicó las tesis fundacionales de Amunátegui, a partir de los documentos que este conoció (sobre todo las reales cédulas de 1554, 1555 y 1558).
- Cabe destacar que Irarrázabal Larraín tampoco tuvo en cuenta la Real Cédula de 1570, y el corpus documental completa de la implantación de las Intendencias en el Reino de Chile.
Durante varios años el libro de Irarrázabal Larraín fue ignorado por la historiografía chilena. Hasta que Francisco Antonio Encina retomó su tesis y la comenzó a difundir. A Encina siguieron Jaime Eyzaguirre y muchos otros autores. Como resultado, hacia fines de la década de 1950, las tesis fundacionales, creadas por Amunategui y reivindicadas por Irarrázabal Larraín, estaban estandarizadas totalmente en la historiografía chilena.
- Los textos escolares mostraban que hasta 1881 existió un “Chile Fantástico”, que abarcaba toda la Patagonia.
- Y ella fue cedida para comprar la neutralidad argentina en la Guerra del Pacífico.5.
- Encina y el florecimiento de la teoría del “Chile Fantástico” La tradición historiográfica chilena se vio alterada por la publicación de la obra de Francisco Encina.
En cierta forma, la situación hegemónica que ejerció Barros Arana con su Historia General de Chile, durante la primera mitad del siglo XX, fue parecida a la que tuvo Encina a partir de la publicación de su Historia de Chile de la prehistoria hasta 1891 51,
- A pesar de sus dimensiones, esta obra se transformó en un éxito editorial sin precedentes en el mercado chileno.
- En pocos años se agotaron numerosas ediciones, con una tirada superior a los 200.000 ejemplares.
- Desde el punto de vista de la tradición historiográfica de las relaciones bilaterales, Encina significó una ruptura con respecto al enfoque de Barros Arana.
Este transmitió una imagen positiva de la Argentina, mientras aquel la presentó como un vecino ambicioso y expansionista. Barros Arana suscribía al nacionalismo liberal de los estadistas del siglo XIX. En cambio, Encina se desplazó hacia un nacionalismo chovinista, xenófobo y racista.
Este enfoque se hizo sentir en su forma de presentar a los países vecinos en general y a la Argentina en particular. Para avanzar en esta dirección, Encina encontró sus mejores aliados en Amunátegui, Morla Vicuña e Irarrázabal Larraín. El estilo ágil y fluido de Encina ofreció un vehículo incomparable para la difusión de las tesis fundacionales del siglo XIX.
Estas se vieron liberadas del confinamiento propio de los textos para especialistas y comenzaron a difundirse masivamente. En este sentido, el significado de la obra de Encina fue el de divulgar las tesis fundacionales de Amunátegui y Morla Vicuña, con los aditamentos de Irarrázabal Larraín.
- El objetivo de Encina era reivindicar la idea del “Chile Fantástico” y culpar a la Argentina y a ciertos dirigentes chilenos de su frustración.
- A diferencia de los estadistas chilenos del siglo XIX y de los historiadores del XX, Encina adhirió ciegamente a las tesis de Amunátegui.
- Lo consideraba “el descubridor de los títulos de Chile en la Patagonia”.
A partir de allí, su discurso -en lenguaje ágil, fluido y seductor- se desenvolvía siguiendo las ideas de los tres autores mencionados: Chile tenía títulos incuestionables sobre la totalidad de la Patagonia; pero debido a las erradas descalificaciones de Barros Arana y Vicuña Mackenna, perdió interés por mantenerla; finalmente, la Argentina, mediante maniobras astutas, logró quedarse injustamente con este territorio.
La obra de Encina fue decisiva en cuanto a la construcción de la imagen del país vecino a través de la Historia. No solo por el inmediato éxito editorial que obtuvo, sino porque de allí surgieron diversos subproductos, que consolidaron este enfoque. En primer lugar, tenemos que citar el Resumen de Historia de Chile, en el cual los 20 tomos se sintetizaban en tres volúmenes totalmente ilustrados (1954).
Esta obra resultó todavía más clara y de fácil acceso para el gran público. Poco después, cuando el incidente del islote Snipe puso en foco las tensiones bilaterales, el autor extrajo de su obra general los capítulos dedicados a las relaciones con Argentina y con ellos preparó un libro especial, titulado La cuestión de límites entre Chile y la Argentina desde la Independencia hasta el tratado de 1881,
- Una vez más reivindicó la idea de “Chile Fantástico” y las tesis fundacionales del siglo XIX.
- También reiteró la tesis de Irarrázabal Larraín sobre el abandono o entrega de la Patagonia debido a la falta de visión de Barros Arana y Vicuña Mackenna 52,6.
- Jaime Eyzaguirre y las tesis fundacionales Si Encina retomó las tesis fundacionales y las puso en foco, Jaime Eyzaguirre fue el encargado de promover su aceptación dentro de la comunidad académica e intelectual de Chile.
Encina llegaba al gran público, pero era cuestionado entre los historiadores por su falta de rigor y de metodología. En cambio Eyzaguirre era un historiador reputado, una autoridad indiscutida en el medio. Precisamente a través de su obra, las tesis fundacionales del siglo XIX recibieron pleno reconocimiento de los historiadores chilenos de la segunda mitad del siglo XX, que terminaron por asumirlas como verdades irrefutables.
Miembro de una tradicional familia de la elite chilena, Jaime Eyzaguirre (1908-1968) contaba con ricas conexiones en el medio social, cultural y diplomático chileno. Todo ello le ayudaría a contar con las posibilidades de realizar una labor de gran influencia en sus temas. Fue una figura destacada dentro del departamento de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, lugar desde donde fundó y dirigió la revista Historia (1961-1967).
El pensamiento de Eyzaguirre sobre las relaciones entre Chile y Argentina se volcó fundamentalmente en tres obras: La soberanía de Chile en las tierras australes (1958), La frontera histórica chileno-argentina (1962) y Breve Historia de las Fronteras de Chile (1967).
La primera reivindicaba los derechos de Chile en la zona del Canal de Beagle. La segunda era respuesta al ensayo de Diego Luis Molinari (1961), que examinaremos más adelante. Y el tercera fue una obra de síntesis, que se convirtió en un verdadero éxito editorial. En 1983 se publicó la decimotercera edición y volvió a agotarse, con lo cual se efectuaron varias ediciones más.
Pero más allá de lo cuantitativo, lo importante de esta obra es que ha sido sistemáticamente citada por casi la totalidad de los historiadores chilenos dedicados al tema. En relativamente poco tiempo, Eyzaguirre se transformó en un referente sobre asuntos de frontera.
- Escribió, entre otros, los prólogos de la segunda edición de la obra de Irarrázabal Larraín 53, la primera del libro de Errázuriz Guilisasti y Carrasco Domínguez 54, y la primera del Manual de Historia Diplomática de Mario Barros van Buren (1970).
- Sus colegas lo reconocerían como una autoridad en el tema durante décadas.
Al menos así se lo consideraba en el Instituto de Estudios del Patrimonio Territorial de Chile de la Universidad de Santiago, institución especializada en el estudio de las relaciones bilaterales con Argentina. El prestigio de Eyzaguirre en los temas fronterizos no descansaba en obras monumentales, sino en trabajos breves, claros y contundentes.
- El autor se afirmaba en tres pilares: Amunátegui, Morla Vicuña e Irarrázabal Larraín.
- Su intuición fue sintetizar en pequeños libros unas decenas de páginas, lo esencial de la obra de Amunátegui y las también voluminosos obras de sus sucesores.
- Y lo importante se resumía a las siguientes preposiciones: 1- A mediados del siglo XVI, la Corona otorgó a los gobernadores de Chile una jurisdicción de 100 leguas de ancho, lo cual abarcaba la totalidad de la Patagonia, Cuyo y el entonces extendido territorio del Tucumán.2- En 1563 la Corona separó el Tucumán de Chile y en 1776 desprendió Cuyo para incorporarlo al Virreinato del Río de la Plata; pero nunca desprendió del río Diamante hacia el sur.3- Chile retuvo todos los territorios del Diamante hacia el sur.
Ello queda corroborado plenamente por el mapa de Cano y Olmedilla.4- En el siglo XIX la clase dirigente de Chile desconocía el valor económico de la Patagonia, debido fundamentalmente a Barros Arana y Vicuña Mackenna. Además, el ejército argentino realizó una ofensiva sobre la Patagonia aprovechando la contingencia de Chile en la guerra del Pacífico.
En este contexto, su país accedió a ceder gratuitamente la Patagonia a la Argentina por el Tratado de 1881. Inspirado en Irarrázabal Larraín, Eyzaguirre consideraba que el Tratado de 1881 había sido intrínsecamente injusto e ilegítimo, resultado de una maniobra artera por parte del Estado argentino. Este no habría correspondido a la lealtad de Chile en momentos homólogos: “Lo que un arbitraje de derecho le habría seguramente negado a la nación del Plata, ella lo iba a obtener ahora íntegro y sin disparar un tiro.
Cuando las costas argentinas habían estado bloqueadas por la escuadra unida anglo-francesa o cuando se hallaba ese país distraído en la guerra con el Paraguay, Chile no hizo ninguna presión para arrancar un convenio favorable. Pero ahora, encontrándose el ejército chileno en una difícil tarea en distantes territorios, la Argentina supo usar el momento y urdió el arreglo” 55,
El enfoque de Eyzaguirre era notablemente simple. No incluía la complejidad de los títulos coloniales, contradicciones y ambivalencias. Consideraba las reales cédulas favorables a la gobernación de Chile (mediados del siglo XVI), pero no tenía en cuenta los documentos homólogos emitidos a favor de la gobernación de Buenos Aires (fundamentalmente la Real Cédula de 1570).
Tampoco daba cuenta de la cantidad de documentos coloniales conforme a los cuales el límite oriental de Chile se hallaba en la cordillera de los Andes. Sobre todo el corpus documental intendencial (1784-1796) de acuerdo al cual la Corona había establecido que la jurisdicción de Chile se extendía de Atacama al Cabo de Hornos, y de la cordillera al Pacífico.
- En el plano cartográfico, solo tenía en cuenta el plano de Cano y Olmedilla, excluyendo sus complicaciones internas y así también las demás corrientes cartográficas que tuvieron tan rico desarrollo antes y después de 1810.
- Eyzaguirre evitaba estas complicaciones.
- Prefería apoyarse en la autoridad de Amunátegui, Morla Vicuña e Irarrázabal Larraín.
Él aportaría una propuesta sintética de lo que aquellos habían demostrado. De esta manera quedaron académicamente consagradas las tesis fundacionales en la historiografía chilena.7. Las tesis fundacionales y su estandarización en la historiografia chilena El respaldo de Encina y Eyzaguirre abrió la puerta para la amplia difusión de las tesis fundacionales en la historiografía chilena.
En relativamente poco tiempo, la idea del “Chile Fantástico”, apoyada en los argumentos de Amunátegui y Morla Vicuña, junto con la tesis de la entrega de la Patagonia planteada por Irarrázabal Larraín, se transformaron en la versión oficial de la historia de Chile. La inmensa mayoría de los autores que escribieron sobre estos temas en la segunda mitad del siglo XX, se ajustaron a esos criterios.
Los estudios de Amunátegui y Morla Vicuña, poco considerados por los historiadores chilenos en la primera mitad del siglo XX, se transformaron en bibliografía obligatoria a partir de 1950. Casi la totalidad de los historiadores que trabajaron sobre la frontera con Argentina los citaron recurrentemente.
En efecto, las obras de Amunátegui y Morla Vicuña fueron citadas por el coronel Marín Madrid (1966), Eyzaguirre (1967), Lagos Carmona (1966, 1980), Barros van Buren (1970, 1991), Vázquez de Acuña y Cabrera (1984), Bazán Dávila (1986), González Abuter (1988). Además, la obra de Amunátegui fue considerada también por Hormazábal González (1969), González Madariaga (1970), y la de Morla Vicuña fue mencionada en Errázuriz Guilisasti (1968).
Estos autores no se limitaban a nombrar las tesis fundacionales del siglo XIX -cuestión de rigor académico-, sino que asimilaban el enfoque de esos autores, sin detenerse a criticarlos. En cierta forma, se hizo una tradición en la historiografía chilena que, cuando se citaba a Amunátegui y Morla Vicuña, el análisis se daba por terminado en lugar de comenzar.
- También fue notable la influencia que ejerció Irarrázabal Larraín en los historiadores especializados en las cuestiones de límites entre Argentina y Chile.
- Su libro de 1930 pasó desapercibido en su momento.
- Ante el interés que despertó a partir de la década del 50, el texto fue reeditado (1966) con prólogo de Jaime Eyzaguirre.
A partir de entonces, la obra de Irarrázabal Larraín fue citada por casi todos los autores chilenos dedicados a cuestiones de límites con Argentina, entre ellos Mateo Martinic (1963), Lagos Carmona (1966, 1980), Eyzaguirre (1958, 1967, reeditado más de diez veces), Errázuriz Guilisasti (1968), Espinoza Moraga (1969), Barros van Buren (1970 y 1991), Vázquez de Acuña y Cabrera (1984) y González Abuter (1988).
La figura de Encina también ejerció una fascinación especial en varios historiadores chilenos de esos años. Espinoza Moraga, el ensayista de posiciones más nacionalistas y antiargentinas, se jactaba de ser discípulo de Encina (1961, 1969). González Madariaga, en su obra Nuestras relaciones con Argentina: una historia deprimente, demostró un notable apego a los escritos de Encina 56,
También lo citan Lagos Carmona (1966 y 1980), Eyzaguirre (1967 y ediciones posteriores), Barros van Buren (1970 y 1991), Santis Arenas (1984), entre otros. Para los objetivos del presente capítulo, lo importante es advertir la influencia que tuvieron las tesis fundacionales de Amunátegui y Morla Vicuña en Irarrázabal Larraín y luego en Encina.
- Entre estos cuatro autores echaron las bases de la matriz conceptual de lo que sería la percepción de la historiografía chilena en materia de relaciones con Argentina.
- Sus ideas estuvieron presentes en la gran producción historiográfica de la etapa 1952-1984.
- En estos años, como el tema de los conflictos limítrofes entre Argentina y Chile cobró actualidad y se convirtió en asunto de interés publico, se generaron las condiciones para una creciente producción periodística, ensayística e historiográfica.
Precisamente, esas obras, que tendrían alta repercusión pública, se construyeron sobre la matriz que habían creado los cuatro autores mencionados. El Cuadro I muestra esta trama de una forma más precisa. CUADRO I MATRIZ TEÓRICA DE LA TRADICIÓN HISTORIOGRÁFICA CHILENA EN MATERIA DE RELACIONES CON ARGENTINA (1879-1986), SEGÚN LA SUCESIÓN DE CITAS
¿Que nos quito Chile en la Guerra del Pacífico?¿Así le fue arrebatada a Bolivia la franja marítima de Atacama? Pese a que muchas versiones y documentos señalan que Bolivia contaba con salida al mar desde su fundación como país en 1825, actualmente esta nación no la posee porque le fue arrebata en la Guerra del Pacífico o Salitrera en 1879. LEA TAMBIÉN : Chile se enfrentó a Bolivia y su aliado, Perú, en una confrontación que duró hasta el año 1883, la guerra se desarrolló en el océano Pacífico, en el desierto de Atacama y en las serranías y valles peruanos. Como resultado Chile le quitó a Bolivia la franja marítima de Atacama. El enfrentamiento entre las tres naciones vecinas se da luego de que la administración de Bolivia, presidida por Hilarión Daza, decidió establecer un impuesto a la empresa chilena Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta (CSFA). Chile dijo que se trató de una violación del tratado limítrofe suscrito en 1874 en el cual se establecía la prohibición de imponer nuevos aumentos o impuestos. Bolivia pierde su franja marítima a manos de Chile luego de una confrontación que duró al menos cuatro años, Foto: ECHSP Para el siglo XIX, Chile contaba con una economía de exportación basada en salitreras que se extendían por el desierto de Atacama y al sur del territorio peruano, cuando Bolivia estableció el gravamen, Chile decidió invadir el territorio tras argumentar la violación del tratado.
Según el Tratado de 1904, el territorio chileno se extiende hasta la frontera con Perú y la de Bolivia no alcanza a tocar el mar. El 14/feb/ 1879 marcó el fin de la soberanía boliviana en Antofagasta y el inicio de la Guerra del Pacífico,con la ocupación de las tropas chilenas de esa ciudad debido a que ese día estaba decretado el remate de los bienes de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta. — Carlos Manuel Muñoz (@manmunoz74) Por su parte, Bolivia señala que este tratado es “profundamente injusto e insolidario y que se basa en la posición ventajosa de un país que venció al otro”, por tal razón reclama un corredor de al menos 10 kilómetros de ancho que se extienda desde su frontera con Chile al Pacífico, más un pedazo de la costa en la cual desarrollar su actividad industrial y comercial”. Frente a la postura de Chile de negar el espacio al mar de Bolivia, el país interpuso ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en 2013 un proceso judicial del cual se conoció la decisión el 1 de octubre de 2018. En el veredicto se indica que Chile no tiene la obligación de negociar con Bolivia el acceso con soberanía al océano Pacífico. ¿Cuánto territorio ha perdido Perú?En total Perú durante su vida republicana al bicentenario de su independencia – 2021 perdió 846 488 Km2 de Territorio en el dominio continental (Ver Mapa). Perú – El Tratado de Ancón puso fin a la guerra, aunque Perú continuo desangrándose en una guerra civil entre Miguel Iglesias y Andrés Cáceres, Ocho de los catorce artículos del tratado estipulan normas netamente económicas y el que cede Tarapacá a Chile (el 2. ¿Cuánto territorio se perdió ante Perú?Guerra del Pacífico – Producida la disolución de la Confederación, décadas más tarde el Perú tuvo que afrontar el conflicto bélico más importante de su historia, producido entre los años 1879 y 1883, Es conocida esta conflagración bélica como la Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre, que enfrentó a la alianza conformada por Bolivia y Perú contra Chile, Derrotada la alianza, Perú perdió la soberanía sobre las provincias de Tarapacá, Arica y temporalmente la posesión parcial de las provincias de Tacna y Tarata, En 1925 Chile desocupó la provincia de Tarata. Recién en 1929, en virtud al Tratado de Lima, recuperó el departamento de Tacna, perdiéndose definitivamente la Provincia de Arica, Con la guerra del Pacífico, se cierran los conflictos bélicos del Perú en el siglo XIX, ¿Qué territorios cedio Perú a Brasil?Río de Janeiro, 8 de septiembre de 1909, 113° Aniversario de su firma El Tratado Velarde-Río Branco, fue un tratado definitivo de límites, comercio y navegación entre Brasil y el Perú. Suscrito en Río de Janeiro por el ministro de Relaciones del Brasil, José María da Silva, barón de Río Branco, y el ministro plenipotenciario del Perú en Brasil, Hernán Velarde, La divisoria de aguas existente entre los ríos Ucayali (Perú) y Yurúa (Brasil) hasta la boca del río Breu; aguas arriba, hasta su naciente. La divisoria de aguas entre los ríos Torolluc, en el Perú y Embira en el Brasil. Hasta encontrar la naciente del río Santa Rosa, El río Santa Rosa, aguas abajo, hasta su confluencia con el río Purús, El río Purús, aguas arriba, hasta la boca del río Shamboyacu, aguas arriba, en todo su curso hasta encontrar la naciente del río Acre, El río Acre, aguas abajo, hasta donde empieza la frontera con Bolivia, cerca de la ciudad de Iñapari, Recordemos que el presidente constitucional del Perú fue Augusto Bernardino Leguía y Salcedo (1863-1932), político peruano, que ejerció dos veces la presidencia del Perú: de 1908 a 1912; y de 1919 a 1930. A este último periodo, se le conoce como el Oncenio. IZQUIERDA: Hernán Velarde Diez-Canseco (Perú) (1863-1935) Abogado, diplomático, periodista y escritor. DERECHA: José María da Silva (Brasil) (1863-1935) Abogado, diplomático, periodista y escritor. Bibliografía Pons Muzzo, Gustavo. Las fronteras del Perú, ¿Cuántas guerras ha tenido el Perú?Este anexo recopila todas las Guerras del Perú a partir de su proyecto de formación como estado soberano en 1810. La existencia de un listado oficial de cuantas guerras o conflictos tuvo Perú, no está ligado a un ente administrativo estatal de forma oficial, aunque el Ministerio de Educación tiene incluidas las principales guerras en los libros de educación e Historia (p. ejem: las Guerras de independencia hispanoamericanas, la Guerra hispano-sudamericana o la Guerra del Pacífico ), y en 2018 el ministro Idel Vexler anunció que la Época del terrorismo también se incorporaría a la lista de guerras principales. Desde 1810 Perú ha participado, promovido y también se ha involucrado en 29 guerras y otros pequeños conflictos aislados: 19 de ellos con otras naciones, ya sea aliándose con algún otro bando o en solitario —y con resultados tanto favorables como adversos para el país sudamericano— y otras 10 que se libraron entre grupos opuestos del mismo país. Por otra parte la Enciclopedia Británica describe a la guerra como «un conflicto entre grupos políticos que involucra hostilidades de considerable duración y magnitud». Con guerras convencionales (GC) se hace referencia a aquellos conflictos en los que se utilizaron técnicas y conceptos pertenecientes solamente a guerras tradicionales, como campos de batalla o teatro de operaciones definidos, con el único objetivo de debilitar y/o eliminar al enemigo. |